Nueva entrega de la columna “Desde adentro” sobre el trascendental momento que vive el Matador.

Para algunos hinchas de Talleres, la ilusión no habría llegado a tanto si al comienzo de esta temporada les preguntaban si pensaban encontrarlo en lugares tan elevados y expectantes. Los datos fríos indican que está a dos triunfos de ganar la Copa Argentina; que también con dos victorias tiene grandes chances de ser subcampeón de la Liga Profesional y que este eventual buen final aseguraría su clasificación a la próxima Copa Libertadores de América.

Sin embargo, el contexto general que acompañó toda su actividad en 2021 refleja momentos sumamente positivos y otro, como el que ocurre ahora, en el que se está produciendo una tendencia con marcados claroscuros en sus producciones y en sus resultados. Lejana aparece aquella evolución que parecía indetenible, con una prolongada racha invicta y actuaciones convincentes, que lo llevó a presidir el torneo local por encima de River Plate, y que lo fue acercando a las diversas metas que hoy están al alcance de la mano.

Hablamos hace unos meses de un equipo compacto, ordenado, con una dinámica que hacía tirar la toalla a sus adversarios y una productividad frente al arco casi envidiable, en función de la limitada calidad de su propuesta de mitad de cancha hacia adelante y de la escasa cantidad de llegadas al arco rival que producía en casi todos los partidos.

En ese entonces, al igual que en la actualidad, Talleres no seducía con su juego bonito, no era aquel que tenía en su medio campo a Reynoso, a Guiñazú y a Gil, y que con Palacios y Menéndez en las puntas de su ofensiva se cansaba de errarle al arco, tras construir avances a pleno toque e inspiración. Pero su solidez era evidente y sus números así lo reflejaban.

Esa carencia fue puesta sobre la mesa por River Plate, que, con un hombre menos en casi todo el partido, no tuvo problemas en ganarle en el mismísimo estadio Mario Kempes. Ese fuerte golpe al mentón, a la vez de devolverlo a la realidad, hizo trastabillar a Alexander Medina y a sus jugadores. Su respuesta fue la de apelar a la parte más consistente de su fortaleza, es decir, a agachar la cabeza y a no claudicar ante la adversidad, y a seguir intercambiando golpes con los rivales que luego de aquella dura caída se le presentaron.

Tras la caída ante el campeón, en los últimos seis encuentros Talleres empató con Lanús, le ganó a Huracán, venció a Godoy Cruz, igualó con Vélez Sársfield, fue goleado por Gimnasia y Esgrima de La Plata y superó a Aldosivi. Tuvo actuaciones de todos los colores, como se apuntó al principio. Y dejó en evidencia la importancia de Tenaglia, Enzo Díaz y Valoyes, más allá de los resultados, y lamentará mucho la ausencia de Auzqui, si es que su lesión le impide afrontar los partidos decisivos.

La envergadura de los próximos compromisos y su representación para el futuro deportivo de la institución a corto y mediano plazo exigen una mirada más exigente y una respuesta más elevada para no quedarse varado a metros de la costa. El fútbol lujoso no está dentro de lo que puede ofrecer este equipo y por lo tanto no es exigible; sin embargo, sí se espera una manifestación de personalidad y de ambición acorde a la importancia de lo que está en disputa y a la necesidad de hacer una vitrina más atractiva con un nuevo espacio ocupado.