El duelo está por convertirse en centenario. Mucha historia y una definición apasionante, de cara al cotejo de este jueves en el Mario Alberto Kempes.

Un Talleres-River siempre tiene cosas para contar y máxime si se cruzan en choques donde ambos tienen cosas importantes en juego, como será el duelo de este jueves. Para los albiazules, el calibre del rival nunca será una cuestión menor y el choque ante los millonarios difícilmente podrá ser tomado como “un partido más”.

El liderazgo de River en el fútbol argentino viene de antaño y la rivalidad con la “T” está a sólo ocho meses de convertirse en centenario. El 4 de junio de 1922, en la vieja cancha que la Liga Cordobesa poseía en la esquina de Concepción Arenal y Pablo Riccheri, en el Parque Sarmiento, se enfrentaron por vez primera con triunfo de la visita por 2-0. Desde entonces, y hasta 1969, los amistosos “a cara de perro” fueron moneda corriente, hasta que los albiazules ingresaron en los torneos de AFA y la cosa ya fue por los puntos.

El historial oficial entre ambos ya escribió 57 capítulos, pero no siempre en el marco de expectativa que despierta el cotejo del próximo juego. Repasando el archivo, salta a la vista el recuerdo del Nacional ‘74, cuando el fixture los cruzó en la última fecha de la etapa clasificatoria, para buscar un lugar en el octogonal final. Ambos necesitaban la victoria y esa tarde, en cancha de Instituto (la Boutique estaba en refacciones), Talleres ganó 2-1 y se convirtió en el primer club indirectamente afiliado en acceder a la fase decisiva de un Nacional.

Seis años más tarde, con los de barrio Jardín ya asimilados a los torneos porteños, volvieron a jugar en instancia clave por el Metro de 1980. Fue por la 26ª fecha de un torneo en el que ambos venían “palo y palo” desde varias fechas atrás. River llegaba líder con 33 puntos (se otorgaban dos unidades por victoria) y Talleres era su escolta con 29. La chance de recortar la diferencia era concreta y muchos la tomaron como una final anticipada.

El 29 de junio de 1980, el Chateau se llenó como pocas veces. “Casi una final”, tituló La Voz del Interior para un partido que generó la segunda recaudación más alta de todo el año (848.540.000 pesos), sólo por detrás del River-Boca de la segunda rueda (930.353.000).

“River no llega para especular, seguramente”, aseguraba el diario en la previa. “Un triunfo sobre el equipo cordobés le significará dejar en el camino (con seis puntos de diferencia) a un jerarquizado competidor. Talleres bajará a la liza con la perspectiva de recortar distancias a través de una resonante victoria y a la vez reencontrarse cálidamente con su gran público, que no solamente responde a una sola bandería”, ampliaba el comentario.

Era el choque de dos equipos ofensivos, pero ese día Ángel Labruna, DT de River y viejo conocedor de varios jugadores albiazules, no quiso regalar nada. Un empate le venía bien y armó un desusado esquema defensivo para su equipo. Y la jugada le salió redonda, porque se aguantó el dominio local y en una contra, gracias a un fallo defensivo, Pedro González la embocó y River ganó 1-0.

“River trabajó el empate. Con lapidaria eficacia –y la cuota de suerte que necesita todo campeón– aprovechó una de las escasas fallas defensivas de Talleres y llegó, inesperadamente, al gol”, sostenía el análisis de este diario al día siguiente. Después, River se cortó en la tabla y llegó al título cuatro fechas antes del cierre del campeonato.

Los años venideros tuvieron otros partidos por demás interesantes, entre ellos el que finalizó en escándalo del ‘93, arbitrado por Javier Castrilli, con Talleres peleando el descenso y River el título.

Pero en el Clausura 2004, otra vez se midieron en un cotejo de alto contenido emocional. Por la penúltima fecha del torneo, en el cual Talleres había sido gran animador pero aflojó en las instancias finales, se encontraron con ánimos diferentes: River llegó en la búsqueda de un resultado que le garantizara el título, mientras los dirigidos por Juan José López necesitaban de un triunfo para escaparle al descenso directo.

“Una final a dos puntos”, anticipó La Voz para un partido que nuevamente hizo explotar las boleterías: 598.000, récord para el certamen, aunque sería superada en el siguiente partido de River, en el Monumental ante Atlético de Rafaela.

Talleres entró como una furia y amagó con goleada: 3-0 en 33 minutos gracias a goles de Tula (en contra), Píriz Alves y Aldo Osorio, pero en el complemento la visita se puso a tiro gracias a dos conversiones del chileno Marcelo Salas y de Maximiliano López, por entonces promocionado como “el Kempes rubio” y lejos aún del “cholulaje”.

El 3-2 con que se impuso la “T” sólo estiró las definiciones: River se coronó a la fecha siguiente ante los rafaelinos (empate 1-1) y Talleres prolongó su estadía en Primera hasta la Reválida, donde Argentinos Juniors lo condenó a una larga estadía en el ascenso.

Pero la historia de Talleres-River nunca se interrumpió. Y este jueves amaga instalar otro capítulo de excepción.