El equipo albiazul no tuvo poder de reacción ante cada error que le costó un gol en contra. Jugó muy mal, como ausente en San Juan, y deberá cambiar mucho.

El de ayer, para Talleres fue uno de esos partidos en los que un cronista gráfico se ve tentado a dejar una página en blanco. Encontrarle al equipo de Juan Pablo Vojvoda al menos un aspecto para destacar y que el lector pueda encontrarle asidero, fue una tarea titánica.

Todo lo que la “T” hizo futbolísticamente mal en el partido del domingo pasado, en el mismo escenario, lo repitió ayer, pero multiplicado y potenciado. A las equivocaciones, falta de juego, anemia de ideas y endeblez generalizada, le agregó ayer una anomia mental alarmante.

Fue un equipo sin alma, sin poder de reacción, dispuesto a desmoronarse ante el primer error y hasta con jugadores que, frente a semejante descalabro, terminaban gritándose entre sí. Pura impotencia, desorden y desequilibrio, desavenencias que tampoco su técnico, desde el banco, pudo solucionar. Un equipo que no podía dar dos pases seguidos, que terminaba cada centro mal y al que no se le cayó una idea en materia de juego asociado.

Jugó tan mal Talleres, tan ausente estuvo, que al término del primer tiempo se fue al descanso agradeciendo que San Martín no le hubiera marcado un gol. El equipo de Forestello lo había merecido, pero los palos, en dos ocasiones, y un par de contenciones de Herrera, se lo impidieron. Y eso que a diferencia del partido pasado no le convirtieron un gol tempranero.

Pero los que no le hicieron en ese trayecto, se los hicieron en el segundo y del mismo modo que el fin de semana pasado: con dos yerros defensivos graves, desatenciones impropias de un equipo que se dice con aspiraciones de conseguir objetivos mayores.

El primero, el de Osorio, a los 3 minutos, llegó desde un rebote tras un tiro libre. Siesta generalizada en la defensa albiazul, el delantero que desvía la pelota, los defensores inmóviles y Herrera a contrapierna. Adentro. Y en el segundo, a los 18, Tenaglia perdió en velocidad en el mano a mano con Denning y Herrera volvió a quedar descolocado para tapar el remate.

Otra vez dos errores graves y a buscarla adentro. La misma historia que la del domingo pasado, pero esta vez sin capacidad de reacción anímica y futbolística.

Talleres fue, sin dudas, la nada misma.