El "Cholo" cumplió 40 años. Mundo D charló con él y viajó a su Cabrera natal y a Deheza para hablar con su mamá, hermanos y amigos.

Un 26 de agosto de 1978, un par de meses después que la selección nacional dirigida por César Luis Menotti se coronara campeona del Mundial de Fútbol de nuestro país y en plena dictadura militar, nacía en General Cabrera, la ciudad del departamento Juárez Celman, Pablo Horacio Guiñazú, alias “el Cholo”, hoy el indiscutido capitán de Talleres.

El volante central cumplió 40 años, una edad en la que es difícil encontrar jugadores de campo en actividad en el fútbol superprofesional, si bien un rápido repaso de la lista de casi cuarentones que siguen jugando en la Superliga permite corroborar que es bastante nutrida.

Cuando Mundo D publicó aquella entrevista que le hiciera este cronista el 27 de enero de 2016, en la que confirmó que su llegada a Talleres era un hecho después de 20 años de haber dejado Córdoba para jugar en tantos clubes argentinos y del exterior, muchos dudaron de que fuera cierto.

“Maestro, no sabés la alegría que tengo de volver a mi Córdoba. Hace 20 años que soy profesional y siempre lejos de Córdoba. Estoy feliz... vuelvo a mi provincia para ascender y retirarme con Talleres. Es un club que siempre me encantó. Le prometí a mi viejo antes de morir, el año pasado, que iba a terminar mi carrera en Córdoba, y lo voy a poder cumplir. Voy a estar con mi vieja, que está solita ahora, con mis hermanos, mis amigos de Cabrera... ¿cómo no voy a estar feliz?”, dijo ese 26 de enero de 2016, mientras esperaba el avión que lo trasladaría desde Brasil a nuestra ciudad.

Tenía entonces 37 años. “Este viejo viene a chorear”, habrá sido el irrespetuoso pensamiento de muchos quienes leían la nota. No tenían idea ni información certera de cómo estaba Guiñazú en lo físico y lo futbolístico y si tenía todavía hilo en el carretel.

Pero quien si lo sabía con meridiana claridad era Andrés Fassi, el presidente de Talleres, quien se había propuesto armar un plantel de jerarquía para volver a poner a la “T” lo más rápidamente posible en Primera División. Y para eso necesitaba del aporte de una par de “viejitos”, como él, que condujeran a los más jóvenes dentro y fuera de la cancha.

Lo que vino después es historia conocida: la doble fractura de maxilar en plena pretemporada que lo hizo evaluar la posibilidad de colgar los botines; una larga rehabilitación que le hizo perder varios kilos y puso a prueba, una vez más, su probada capacidad de resiliencia; el paulatino acomodamiento a la B Nacional, un torneo que desconocía después de varios años de jugar en el exterior y el momento del éxtasis.

Después, con 38 vino la primera temporada albiazul en primera y volvió a ser figura. Después, con 39, la segunda. Otra vez el equipo volvió a girar alrededor suyo y consiguió otro logro que parecía perdido en el arcón de los recuerdos: clasificar a la Copa Libertadores. Y todos con estadísticas y valencias de rendimiento físicos y futbolísticos asombrosas para su edad. tanto, que la Superliga lo designó como el mejor volante central de la temporada.

¿Increíble? Para nada. Llegar a los 40 jugando, haciendo jugar, disfrutando y desparramando magia en cada toque, no es producto de la casualidad. Todo lo contrario: es causalidad pura y tiene que ver con la vida metódica, cuidadosa, organizada y basada en el entrenamiento visible e invisible que “el Cholo” siempre atendió. Y que aún hoy, ya con los 40, sigue respetando como verdades reveladas. Y todo de la mano de la otra parte que lo complementa: la transmisión de principios, valores y criterios de conducta en cada expresión verbal y gesto deportivo. Así, el sábado aportó en el gran triunfo 2-0 de la “T” sobre Gimnasia en La Plata.

El método “Cholo”

Esta semana, mientras grabábamos el video por su cumple número 40 que los usuarios pueden ver en Mundo D, le preguntamos sobre cuál es el método que se debe seguir para llegar a esa edad jugando y en el nivel de altísimo rendimiento en que lo hace.

“No hay muchos secretos en esto, maestro. Es el cuidado personal en toda la carrera. Hay que ser siempre riguroso en el día a día con los entrenamientos, las comidas y el descanso. Hoy te miden todo. Tenés que estar más del ciento por ciento atento a eso. Y no desviarse” comentó.

Y después precisó: “Llegando a los 40 me siento vivo, feliz, disfrutando y todavía aprendiendo del fútbol, de los más jóvenes, de cada triunfo, de cada derrota. Me siento pleno, feliz de haber llegado a esta edad jugando. La verdad soy un agradecido a este deporte que me sigue dando y enseñando tanto, en lo deportivo y en lo humano.

Tan sencillo que parece escucharlo de su boca y tan difícil que, seguramente, es lograrlo, con todas las tentaciones diarias que debe suponer ser “el Cholo” Guiñazú. ¿Cómo hacerlo? “Tenés que tener el acompañamiento y la comprensión de la familia. Es fundamental. Mi esposa Érika, mis hijos Lucas y Matías, a quienes por suerte pude traer de Brasil y ahora los tengo a mi lado en Córdoba; mi mamá Glady (sí, sin “s” final) y mis hermanos, los amigos, mis compañeros de plantel. Y también el apoyo de toda la estructura del club, desde el primero y hasta el último de sus empleados”.

Todo eso fue lo que le permitió decir, por las redes sociales del club, después de que a principios de año renovara su contrato, tras pensarlo, repensarlo y evaluarlo concienzudamente con los suyos y en un constante ida y vuelta telefónico con Fassi: “Yo sé que hay Cholo para un poquito más. Ponele la firma”. Y claro. Era de cajón que debíamos preguntarle hasta cuándo estiraría ese “poquito” más.

La respuesta del ahora “motor 4.0” no pudo ser más limpia y certera, como sus toques de primera y con la cabeza calva levantada: “No me pongo límites de hasta cuándo. Vivo el día a día, con alegría y responsabilidad. ¡¡¡Espero poder jugar al fútbol eternamente!!!”