Un 21 de agosto de 1974 Córdoba fue testigo de una de las finales más apasionantes entre Talleres y Belgrano.

El calendario encontró a los dos mejores equipos de la provincia en plena disputa del torneo Nacional de AFA. La “T” llegó con paso firme (puntero e invicto de la zona B) mientras que los “Celestes” marchaban quintos en el grupo A. La primer final se jugó en cancha de Instituto y ante una equitativa paridad los equipos empataron 1-1 y trasladaron la expectativa al partido de vuelta.

“Se juega la segunda final del campeonato Oficial de Liga Cordobesa. Belgrano y Talleres se enfrentarán en Alberdi”, tituló La Voz del Interior en la previa de la definición. Con todos los elementos propios de una final entre rivales separados por una tradición llena de matices, los equipos movieron la pelota a las 19:00 hs. de una ciudad que concentró su atención en Alberdi.

EL GOL INOLVIDABLE

Y una final que quedaría para la historia tenía que definirse así. Con algún elemento especial que rompiese esa paridad que ya traían los equipos durante todo el año (habían jugado siete encuentros entre sí con una victoria para cada uno y cinco empates). Y vaya si lo entendió Daniel Willington que a los nueve minutos del complemento ingresó por Gualberto Muggione para cambiar la historia.

Veintisiete minutos. Infracción en un costado del campo, sobre la izquierda del ataque albiazul y a 30 metros del arco. Willington toma la pelota, se agacha y analiza el panorama. Se pone en cuclillas para examinarlo mejor. Y después un impacto impecable, espectacular que se mete en el ángulo izquierdo de Tocalli. Golazo. “Fue el gol más impresionante que me han hecho en mi vida”, declaró el arquero celeste. “Señores, parensé, esto es para admirarlo de pie; no lo van a ver más”, agregó el prestigioso periodista Nilo Neder.

Y después, a sufrir hasta los 43 minutos cuando una corrida de Oscar Fachetti anotó el 2-0 definitivo para desatar la fiesta albiazul, porque ese título fue mucho más que ganar el campeonato contra el rival de toda la vida y en su cancha, fue el comienzo de la era dorada, la primera perla de un largo rosario que tuvo a Talleres como uno de los equipos íconos del país.