Talleres terminó consiguiendo el objetivo que se trazó a principios de temporada: terminar entre los diez primeros de la tabla y clasificar a una copa internacional.

Con un equipo cuyo rendimiento fue de mayor a menor en la Superliga, Talleres tuvo el mérito de hacer una campaña casi excelente en los dos tercios iniciales del torneo, que le permitió cuando le vino el bajón en las últimas siete fechas, cumplir sus objetivos.

Lo mejor

- Una idea de juego definida. Aunque con "bajones", el equipo sostuvo una idea de juego definida en cualquier escenario a partir de la posesión de la pelota, la intensidad, la llegada por las bandas, más vertical y con menos pausa respecto del torneo anterior, en virtud de las ausencias de tres jugadores claves: Emanuel Reynoso, Sebastián Palacios y Jonathan Menéndez.
- Los buenos resultados iniciales. Esas formas de juego fueron acompañadas por los buenos resultados hasta la derrota con Boca 2 a 1, en la Bombonera, de la 21ª fecha. Hasta entonces cosechó 41 puntos en en 20 partidos, una campaña casi impecable desde lo numérico.
- El nivel del "Cholo". El rendimiento futbolístico sorprendente de Pablo Guiñazú a los casi 40 años fue el soporte en el que el equipo fue creciendo a partir de su mediocampo. Las estadísticas de recuperacion, pases bien dados y asistencias sorprendieron a propios y extraños.
- Guido Herrera. El asentamiento y maduración del arquero riocuartense fue otro de los pilares del equipo. En quince partidos mantuvo su arco invicto y casi hasta el final del torneo llegó a ser el cuadro con menos goles en contra de la Superliga.
- El volante goleador que no lo es. La partida al Pachuca de Sebastián Palacios derivó en que se convirtiera en goleador un volante con llegada pero que no se caracteriza por esa cualidad: Juan Ramírez.
- La llegada de Silva y la potenciación de Arias. La incorporación como refuerzo del uruguayo Santiago Silva potenció la recuperación de su compatriota Junior Arias, ya que vino a competirle en el mismo espacio: el centro del área rival. Arias terminó siendo el máximo anotador con seis tantos, contra cinco de Ramírez. - La recuperación de Aldo Araujo. El extremo correntino pudo terminar el torneo sin lesionarse y convertir dos goles.

Lo peor

- "Bebelo" no tuvo reemplazo. La ausencia del fútbol que le daba "Bebelo" Reynoso al equipo nunca pudo ser disimulada desde la caída contra Boca. Salvo cuando Ramírez o "el Cholo" lograban meter algunos, los pases filtrados y asistencias que lograran "romper" las líneas ajenas casi brillaron por su ausencia.
- La falta de efectividad para definir. La falta de asistencia y elaboración de juego fue redundando en una menor generación de situaciones de gol, con excepción de algunos partidos por la reaparición de un déficit estructural del equipo: la falta de contundencia y efectividad para definir.
- Los bajones individuales. La caída en los rendimientos individuales de varios jugadores y la lesión de Javier Gandolfi, que estuvo casi dos meses sin jugar por un desgarro, complicaron al equipo en la parte final del torneo. Salvo contra el Rojo y en el triunfo contra Gimnasia y en pasajes del empate contra Huracán, el equipo fue perdiendo la línea futbolística que lo caracterizaba.
- La caída de Joao Rojas. El desequilibrio, atrevimiento y movilidad que el delantero ecuatoriano mostró en la parte inicial del torneo decayó en la etapa final y el equipo lo sintió.
- Un cierre inesperado. La suma de estas cuestiones llevó a que el equipo, de sus últimos siete partidos, perdiera cuatro, empatara dos y ganara uno. Se vino a pique y sin embargo, gracias a la gran campaña en los dos cuartos iniciales del torneo, le alcanzó.
- Los partidos que "regaló". Se repitió otro déficit de arrastre del torneo anterior: ante rivales de menor monta futbolística y en partidos definitorios, Talleres no pudo sentar la supremacía de juego y jerarquía que se esperaba. Lo sucedido en la última fecha contra Olimpo, en Bahía Blanca, fue una prueba de ello.