El equipo de Kudelka no mostró la imagen de partidos anteriores y lo aprovechó Rosario Central. El Albiazul padeció de limitaciones que parecía haber superado.

Talleres llegó hasta esa delgada línea que divide el espacio de la conformidad del de las ambiciones. De los que creen que pueden estar para más. De aquellos que, como dice Kudelka, saben que lo distinto “está en uno” y que las oportunidades en el fútbol se fabrican y luego se ofrecen.

El partido de anoche más que contra Rosario Central, habitante de los últimos puestos, fue contra las limitaciones que Talleres tiene. Las que ha reducido en algún aspecto, las que ha disimulado bien en otros, pero que ante rivales como “el canalla”, afloran cuando no puede desarrollar el plan. Bah, el juego, de siempre. El que lo hizo reconocido.

Era un partido que el equipo de Kudelka ya había sufrido en el torneo pasado y que le costó el sueño de clasificar directamente a una copa, ya que cuando fue a jugar la fecha siguiente ante San Lorenzo, ya dependía de otros.

Y anoche también le costó. Perdió 1-0 por el tanto de Fernando Zampedri. Pero fue más por lo que dejó de hacer, que por su producción. Es cierto que Rosario Central eligió empujarlo, correrlo, haciendo uso y abuso de repetidas faltas que Jorge Baliño no castigó, pero también lo fue que no tuvo solución para resolver la situación del ataque en espacios reducidos.

El pase de Giménez para el mano a mano de Menéndez parecía resolver todos los problemas como ese tiro libre de Olaza que encontró a Gandolfi apenas adelantado o el remate de Godoy llegando vacío tras el rebote en Ledesma, la figura de Central.

Sin embargo, fueron tres secuencias de una película que Talleres iba a sufrir. Sin la precisión ni la profundidad ni una referencia de área cierta, el equipo de Kudelka se hizo previsible. Dependiente de los laterales, de sus proyecciones y disparos o de la lucidez de Jonathan Menéndez o la inteligencia de Joao Rojas.

Pudo haber sido suficiente para Talleres, porque como ya quedó mencionado dispuso de algunas opciones claras, pero cuando el equipo no consigue la fluidez en el tridente de mediocampistas, se sufre. Giménez no fue Reynoso y Juan Ramírez no tuvo la claridad de otros partidos.

“No jugamos bien. Fue un partido duro en el que el rival se cerró bien atrás”, dijo Ramírez.

Es cierto, el equipo albiazul tuvo problemas de juego, pero también defensivos. Rosario Central trajo aquel pensamiento en el que había que probar la resistencia de Talleres en los envíos con pelota detenida. Había que tirarle la pelota a Zampedri y a Coscia, y que el fondo albiazul generara las faltas.

Con ese pensamiento, más el de hacer todo el tiempo posible, Central soñó. Dos veces, Zampedri –una vez al palo– y luego el pibe dejaron en evidencia la falta de coordinación entre el arquero y sus defensores. Al final, Central terminó haciendo un negoción porque sobre el final, Godoy también entró en el nervio. Dejó que Carrizo avanzara hasta tirar el centro y Zampedri recibió libre de marcas para anotar el 1-0.

Era un partido del pasado, el de las limitaciones. Talleres lo actualizó ahora.