Al cabo de siete fechas, ya sabe lo que hace bien y puede salirle mejor, y lo que debe resolver en forma inmediata.

Pareció una burla a los prejuicios la primera jugada de Defensa y Justicia ante Talleres. La pelota llegó desde la mitad de la cancha en un par de segundos al arquero Agustín Rossi. Fueron dos o tres toques hacia atrás; fue la salida inmediata hacia los costados, en donde los defensores estaban ubicados casi en la misma línea que la del arquero.

Esa fue la primera jugada del Halcón de Varela. Fue la imagen de quien se acomoda el cinturón de seguridad para iniciar un trámite lleno de aventura y temeridad. Fue la actitud de un equipo que, entre tantos, ha hecho un dogma de la salida pulcra, en la que no todo parece tener sentido si el balón no pasa también por el arquero propio.

En ese instante, nomás, Talleres pareció mirarse en su espejo. Defensa es un equipo abierto, dispuesto a jugar, a presionar al adversario y a tocar; a tocar rápido y bien, al pie, casi a un toque, con movilidad en todos sus hombres para que quien tenga la pelota no piense dos veces su destino. Así fue. Así siempre.

La prédica de Frank Kudelka se mantiene. Su equipo ganó un muy lindo partido, vivaracho, alegre, tan dinámico que hasta provocó transpiración en las plateas. El cambio de algunos intérpretes atrás y arriba no cambió su postura: Guiñazú y Gil, leones en el medio, y la lotería que proponen Reynoso, Menéndez y Palacios, de alternar buenas y malas pero con un nivel de efectividad distinto al de los albores del torneo. Por eso Talleres respira más aliviado.

Esa es la gran diferencia. El porcentaje de aciertos en el arco propio aumentó en la misma proporción que el déficit mostrado por sus adversarios ante Herrera. Defensa y Justicia le perdonó la vida un par de veces en el primer tiempo. Andrés Ríos en el segundo tiempo y antes del gol de Sebastián Palacios, pegó un tiro en el travesaño casi desde abajo del arco.

Kudelka aleteaba en el primer tiempo al costado del campo pidiendo reacción y orden a sus jugadores. Las salvadas del arquero riocuartense atenuaron el impacto de una crítica que ahora, a resultado puesto, no debe dejar de subrayar los grandes problemas que los albiazules padecen cuando por algunos minutos pierden la pelota ante quien la trata mejor y los obliga a acurrucarse en su arco.

El mérito también fue de su rival, compadre en armar un trámite riquísimo, de un ida y vuelta infernal, de pie sensibles, inclusive para los más exigentes. Defensa y Justicia toca y toca, la mayoría de las veces hacia adelante y con profundidad. En esa línea se pliegan todos. Y cuando hay espacios muestra muchos más atributos que las de los bichos raros de la escuela. Claro, su lastre es mayúsculo y tiene consecuencias de tsunami: comete errores (horrores) defensivos que le cuestan muchos más goles de lo recomendable.

Pero, al margen de eso, su actitud y su entrega al espectáculo debería alterar el reglamento: algunos equipos, aún perdiendo, tendrían que llevarse al menos medio punto a su casa.

Aún con un partido por jugarse hoy, Talleres está en su nuevo sitio y nadie, al menos por una semana, le hará cambiar el semblante. Sin embargo, su distanciamiento de la zona del descenso es mínimo. Un revés o un empate en Liniers, ante Vélez Sársfield, le harían sonar de nuevos sus alarmas. Al cabo de siete fechas, ya sabe lo que hace bien y le puede salir mejor, y lo que hace mal y debe resolverlo de manera inmediata.

Talleres no tiene transiciones. Es vértigo, ganas, toque (algunas veces, del bueno) y una saludable y permanente intención de apuntar al arco rival. No está preparado para otra cosa.

Cuando defiende; o mejor, dicho, cuando le roban la pelota y lo atacan en velocidad, entra en un lío generalizado, casi en estado de shock, que lo deja al arbitrio del hasta más leve cachetazo. Lo sufrió en Mar del Plata, cuando Aldosivi lo castigó dos veces en unos cuantos minutos. Le puede volver a pasar. Y es muy posible. Ante eso, Kudelka escarba y busca soluciones, mientras su equipo sigue ratificando en la cancha que el estilo no se cambia.