Tiene con qué. La “T” ganó cuando no cedió a la tentación del pelotazo y se decidió a jugar.

Talleres necesitaba como el agua un triunfo como el de anoche en el Kempes. No lo hizo jugando de modo vistoso y lucido, pero eso es algo que nadie pesa ahora en la balanza, cuando lo que más importa es ganar y no bajarse de la punta, el único lugar que le permitirá ascender a la B Nacional.

En estas circunstancias hay que bajar cualquier pretensión rigurosa de análisis futbolístico frente a la tiranía del resultado. A nadie le gusta ver jugar al equipo al pelotazo y a puro centro, teniendo suficiente material para esculpir obras mejores. Pero a falta de ello, el equipo de Kudelka tuvo personalidad, decisión de ir al frente, paciencia para no desesperarse cuando el gol se demoraba y por fin pudo mostrar en el Kempes esa convicción ganadora que todos le reclamaban.

Al ritmo del toque preciso y atinado de Francia, de sus centros pensados y de dos tiros libres muy bien ejecutados –uno de ellos hizo lucir a Tombolini–, Talleres jugó un buen cuarto de hora inicial, que mereció premiarse con un gol.

Pero la tentación permanente de caer en el pelotazo vertical y los centros cruzados fue en ascensor, mientras que la lucidez para pensar y ejecutar juego asociado lo hacía por las escaleras.

A la“T” siempre le será más fácil llegar al arco rival y convertir a través del toque y la elaboración de juego. Jugadores para ello tiene. Y la prueba estuvo en que sus goles vinieron cuando la lucidez le ganó al vértigo y a la ansiedad indómita.

En la aceleración, Araujo, quien tuvo su partido más activo y se fue ovacionado, terminó definiendo mal. Lo mismo para Barrionuevo, ausente con aviso en un equipo que necesita indefectiblemente de su aporte. En el embudo de la ansiedad, Strahman, que terminó siendo otra figura del equipo, estaba lejos de donde puede herir: el área rival.

Pero cuando pensó, Talleres elaboró la jugada del gol de Eial, después del centro de Beraldi, la devolución de Araujo, el taco de Velázquez y la definición del “9”. Y cuando el partido se moría, esta vez a partir de dos toques –Velázquez y Strahman– llegó el segundo.

Habrá que conformarse con ganar y disfrutar de esos buenos momentos en cuentagotas. Nunca estará del todo mal, mientras gane.

Uno por uno


Ischuk. Una noche tranquila para el arquero. Mitre casi no pateó a su arco.

Chaves. Más dedicado a la marca que a la proyección, cuando lo hizo marcó el segundo de la “T”. Cumplió en una y otra faceta.

López. Con la solvencia de siempre para cerrar y anticipar.

Olivera. Bien de arriba en el área propia y en la contraria.

Benítez. Tuvo algunos problemas para controlar a Camisay.

Burgos. Un pulpo de cien tentáculos en el medio. Lo suyo ya no sorprende: es definitivamente un jugador decisivo en Talleres.

Raymonda. Sigue con un rendimiento bajo, pero es admirable su determinación para salir del bajón y colaborar con sus compañeros.

Barrionuevo. El equipo sigue extrañando su aporte futbolístico. Otro partido con muchas imprecisiones, demasiado lejos del arco rival y muy pegado a la banda, sin desequilibrar.

Francia. Como Talleres jugó casi todo el partido al pelotazo y con centros, su incidencia fue muy importante en el primer cuarto de hora del partido. Tombolini le manoteó un tiro libre de gol.

Araujo. Muy activo, se mostró y la pidió siempre. Impuso su quinta marcha, pero sigue optando mal al momento de definir las jugadas. Se impuso por protagonismo.

Strahman. Tocó dos pelotas claras: una la mandó a la red y en la otra habilitó a Chaves en el segundo gol. Otra vez fue figura.

Javier Velázquez. Protagonista en los dos goles. En el primero la devolvió de taco y en el segundo le cedió la pelota a Strahman.

Beraldi. La rueda de auxilio que necesitaba Burgos. Metió un par de buenos centros.

Roselli. Sirvió para cerrar la zaga.