Se acabó. A nadie sorprendió que desde temprano ya se anunciara la salida de Jorge Ghiso como DT de Talleres, con apenas dos fechas transcurridas, aunque mucho terreno cedido en un minitorneo de 14 partidos. Un punto acumulado en Rosario y un esquema no del todo convincente hicieron que desde la dirigencia aplicaran el plan que siempre tuvieron para con “Vitrola” incluso antes del torneo: incomodarlo y despedirlo.

Como no se animaron desde el Fondo de Inversión, contrataron a Mario Ballarino de manager, tras limar asperezas con el titular de grupo inversor, Rodrigo Escribano. Su función era clara: Ghiso no debería perdurar mucho tiempo en su cargo. Entonces, le ubicaron a Sergio Coleoni como ayudante de campo, le cambiaron a Luis Núñez, su asistente habitual, y de paso, le “incorporaron” a Eduardo Larghi al grupo de PF. Demasiadas imposiciones. Y ni hablar de los refuerzos: los jugadores iban cayendo a Talleres y el propio DT manifestaba desconocerlos. En definitiva, le armaron el plantel, le cambiaron el cuerpo técnico buscando que de un paso al costado. Demasiado improlijo para improvisar en un torneo de 14 fechas que te dio el destino para remediar en lo inmediato el descenso al Federal A.

Pero para seguir el macabro plan buscando incomodarlo con Ballarino, aunque Ghiso también puso su parte jugando con un delantero y poblando innecesariamente la mitad de la cancha. El interrogante es: sino era del gusto, ¿Por qué se le renueva después de haber caído de la B Nacional? La dirigencia no se animó a pagar el costo político de un DT que cuando llegó ilusionó y dejó conformes a muchos con los primeros resultados obtenidos, con el equipo virtualmente descendido. Nadie dio la cara. La intolerancia que no hubo con Forestello en la B Nacional. Sólo apareció Ballarino a cumplir con las órdenes encomendadas. Mientras, pasaron dos partidos, y el puntero que asciende directamente ya aventaja con cinco puntos. ¿Era necesario semejante mamarracho? Y el único que paga semejantes actos innobles y sin criterio lógico es Talleres, que deambula preso de determinaciones que parecen caprichos de pocos y que afectan a muchos. En materia de gestión deportiva, el Albiazul camina en círculos, repetidamente.