Dos perfiles. La “T” volvió a demostrar que, enchufado, está para cosas mayores. Pero tiene dos caras: la pobre que mostró frente a Atlético (T) y la promisoria de ayer.

Explicar la ciclotimia de Talleres llevaría algo más que algunos análisis periodísticos. Es un caso digno de ser tratado por un psicólogo deportivo y, seguramente, demandaría varias sesiones de terapia colectiva.

¿Cómo puede explicarse que el mismo equipo que, en términos futboleros, “no puso las manos” el pasado miércoles frente a Atlético Tucumán y defeccionó por su falta de actitud, haya demostrado semejante poder de recuperación y exhibido un perfil mucho más acorde a lo que se espera de él por la jerarquía de sus jugadores? ¿Y más aún, frente a Independiente Rivadavia, un equipo que llevaba 14 juegos invicto y venía al Kempes a prolongar su gran momento?

En la nebulosa de razones y explicaciones que no llegan claras desde los dirigentes y el cuerpo técnico albiazul, la lógica indicaría que la respuestas las tendrían los jugadores, los que entran a la cancha y determinan los resultados deportivos, que en el fútbol, como se sabe, condicionan todo.

“Hoy, con la actitud, con las ganas y con el juego creo que demostramos estar para más. Pero estamos inmersos en una irregularidad que hasta a nosotros nos asusta. Jugar un partido tan mal contra Atlético y otro tan bien como el de hoy (ayer) es difícil de explicar”, dijo Gonzalo Klusener cuando Mundo D lo consultó sobre la cuestión, tras el partido.

“Falta de regularidad”, una frase que también utilizó Sánchez Sotelo la semana pasada, Agustín Díaz ayer y el DT interino del equipo Héctor Chazarreta cuantas veces se lo consultó en los últimos días.

¿Tan simple es la explicación? ¿Sólo por ese motivo Talleres estuvo tres veces, incluida la de ayer, al borde de quedarse sin su técnico? No suena lógico ni convincente, pero nadie arriesga otra explicación, salvo las apelaciones a “la falta de liga” en algunos partidos y el señalamiento hacia árbitros que lo habrían perjudicado.

Quedan todavía muchas preguntas sin respuestas claras. Y seguramente, merced al efecto sanador del triunfo de ayer, cualquiera que insistía sobre la cuestión será acusado de “mala leche”. Ya se sabe que las victorias curan todas las heridas y tapan todos los problemas.

Hora de definiciones. ¿Se habrán acabado las idas y vueltas respecto de la continuidad de Sialle, que efectivamente estuvo en riesgo ayer más allá de que el DT lo haya relativizado? ¿Habrá concluido el enfado de los dirigentes del Fondo tras la caída en Tucumán? ¿Los reclamos de los futbolistas en la reunión del viernes, que nadie conoce a ciencia cierta, tendrán solución?

¿Héctor Chazarreta dejará de estar a medio camino entre decidir “per sé” y obedecer a las indicaciones que le llegan desde Rosario? ¿Se habrá acabado el “partido a partido” para Sialle? ¿Qué pasará si su equipo pierde el lunes contra Huracán, con él en muletas y en el banco? ¿Otra vez arroz con pollo? Va llegando la hora de que el Fondo tome decisiones claras y termine con tanta incertidumbre.