Ciudad tomada. Los hinchas de Talleres iniciaron la fiesta colmando el Mario Kempes con 60 mil espectadores y luego trasladaron los festejos, jugadores incluidos, al Patio Olmos, donde otros 15 mil los recibieron para completar una jornada inolvidable.

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La fuente del perdón. Ayer, la polémica fuente estuvo engalanada por hinchas albiazules. Unas 15 mil personas festejaron allí // FOTOS: FACUNDO LUQUE.
El desahogo era el denominador común. Talleres por fin había escapado a la celda del Argentino A, esa categoría indeseable que lo había tenido preso en las últimas cuatro temporadas.

Ni bien Bruno Bocca pitó el final del encuentro que determinó el ascenso de Talleres a la B Nacional, el Patio Olmos, tradicional lugar de festejo de los cordobeses, comenzó a teñirse de azul y blanco. Claro que los que hicieron la punta fueron aquellos que, por falta de divisas o por no haber conseguido entradas, se habían comido las uñas ante la pantalla de una computadora, la radio o la televisión.

Al principio fueron algunos centenares, mezclados con algunos de esos estudiantes a los que cualquier fiesta les sienta bien. Pero enseguida, la amplia esquina fue cubriéndose por completo.

El grito de guerra que los acompañó durante cuatro años, antes como profecía y ahora como realidad, atronó como nunca. “Volveremos, volveremos / volveremos otra vez...”, fue el más entonado en medio de cantos dedicados, como siempre, a los primos de Belgrano, el adversario de toda la vida que gozaba de un presente albiazul demasiado ofensivo para la historia de los de barrio Jardín y, también, para Racing, el rival de turno caído en desgracia.

Mientras tanto, allá, en el Kempes, los hinchas no se querían ir. Imploraban por una noche interminable. Primero fue una vuelta olímpica, después un “piletazo” al césped en cada una de las áreas. La alegría era completa.

Reiteradas rondas en el campo de juego volvían a “encender” al público. Ahora, con remeras alusivas al ascenso y al centenario, la gran fiesta que se viene. Faltaba algo. De pronto, desde una de las cuatro esquinas llega un gran colectivo. De dos pisos, teñido de azul y blanco, esperando a los protagonistas. Una, otra y otra vuelta más sobre la pista de atletismo para salir rumbo al próximo destino: la B Nacional.

Ya a la media noche, en el Olmos los hinchas se ilusionaban con la llegada del ómnibus descapotable, que recién partió desde el Chateau pasadas las 12.30. A esa hora, los “tallarines” ya orillaban los 15.000, obligando al corte de todos los accesos a la zona de los festejos.

Dos jóvenes disfrazados de presidiarios pusieron su cuota de originalidad, con un cartel que hacía público la carátula de su estado judicia l. “P resos de esta ilusión”, sostenía el escrito, en referencia al compromiso que genera el club con sus hinchas.