El Torneo Argentino A se convirtió, para el equipo albiazul, en un laberinto sin salida. En esta oportunidad, la llave ante Crucero del Norte lo dejó afuera de la lucha por la última chance de ascenso que le quedaba.Un nuevo tropiezo que deja muchas cosas más para analizar que la mera derrota.

Talleres quedó una vez más en el camino. Fue la tercera temporada consecutiva que arrancó con la ilusión de volver a la Primera B Nacional, y concluyó en fracaso. Pentagonal, nonagonal, undecagonal. Zonas grandes, zonas chicas. Llaves de play offs. Dirigentes, fondos de inversión, comisiones deportivas, directores técnicos, planteles. Factores que fueron variando, sin poder modificar el resultado final. Indefectiblemente, Talleres acabó con las manos vacías.

Crucero del Norte fue el rival de turno, en el desenlace de una historia previsible y anunciada. Una llave que pudo haber sido para cualquiera, porque ninguno de los dos demostró ser decididamente más que su contrincante. En Córdoba, un empate cerrado. En Misiones, victoria por la mínima para el local. Resultados deportivos pasajeros, que dieron el cierre a una temporada mal comenzada y poco prolija en su desarrollo.

Errores en todas las líneas, rendimientos bajos varios, imprecisión dentro del campo de juego, y confusión fuera de él, dieron el contexto netamente deportivo a la temporada en general, y a este encuentro en particular. Talleres nunca encontró el rumbo, a pesar de que los resultados temporalmente, lo hayan acompañado. Hoy, a minutos de haber arrancado el partido, ya lo ganaba. Pero no supo como hacer definitiva esa realidad pasajera, y lo perdió. Y con el partido, se fue la última chance de ascenso.

Haber arrancado la temporada con José María Bianco sentado en el banco de suplentes, es solo un dato de como se manejaron las cosas. Este torneo fue una nueva demostración de que con ganas no basta. Nadie duda del sentimiento de la gente del club, de las ganas de cambiar las cosas, de las ganas de ascender. Pero no alcanza. Talleres necesita hacer las cosas bien. Talleres necesita un proyecto deportivo serio, que vaya de la mano con la reestructuración económica, y que vaya para adelante de manera serena, pensante y productiva.

De hecho, ponerse a pensar, a minutos de haber finalizado el encuentro decisivo, quienes van a ser los jugadores que se van, quienes los que se quedan, y quienes los que llegan, de arranque, es poco serio. Muchos demostraron no estar a la altura de las circunstancias, es cierto. Algunos intentaron mostrar algo diferente, también es verdad. Unos, comprometidos. Otros, no tanto. Pero hoy, así, no sirve. Es mas de lo mismo. Siempre, a esta altura del año, empiezan a desfilar jugadores en ambos sentidos por el portón que da a la calle Richieri, en Barrio Jardín. Muchos se van, sin pena ni gloria (o sin gloria y con pena). Muchos otros llegan, sin que uno ni si quiera sepa quienes son. Y los resultados... siempre los mismos. Seguramente, mucho deberá cambiar. Pero deberá cambiar también, el modo de cambiar. Porque así, la historia seguirá repitiéndose temporada tras temporada.

El Torneo Argentino A es una maldición. Te atrapa, y no te deja salir. Salen de a uno, o a lo sumo de a dos, tras una verdadera odisea. Pero sólo sale el mas inteligente, el más astuto. Y Talleres, en estos tres años, no ha demostrado serlo. Esta vez estuvo cerca, pero se volvió a escapar.