René Batán, el hincha más reconocido y fanático de Talleres, anunció la goleada ante Sportivo y se anima a seguir presagiando: “Le tengo fe al equipo, si mantiene armonía y humildad”, vaticinó.

Es de Ameghino, pero por adopción, fe y fanatismo, es hijo pródigo de barrio Jardín. No debe existir ser más fanático de Talleres que René “Colorado” Batán (65 años), quien a PODIO le anunció que el Albiazul “iba a golear” a Sportivo Belgrano, cuando los presagios indicaban un futuro poco halagüeño. Y para reforzar su carácter de oráculo y la célebre máxima de “el diablo sabe más por viejo que por diablo”, Batán se sumó a los vaticinios y con autoridad, opinó del sprint final de Talleres y sus posibilidades de ascender. “Creo que estos dos juegos son vitales, no descubro nada, pero es crucial ganarle a Defensores de Villa Ramallo porque justo Crucero tiene fecha libre y entonces lo superamos por un punto. Con esa mínima ventaja, podemos ir a jugar con la presión de ellos a Misiones. No son invencibles. Si pasamos ese escollo, me tengo toda la fe para ascender”, cuenta el “Colorado”.

- ¿Dónde nació esa fe repentina en el equipo?
- Uno es fanático, sigo a Talleres por todo el país desde el ’69 y vi muchísimos torneos. Esta vez el equipo está fuerte, superó obstáculos de todo tipo y sin ser de gran calidad, está ahí prendido. Veo mucha similitud con procesos de ascenso, cuando todos lo daban por muerto. Hay que ir paso a paso.

- ¿En qué argumentás el crecimiento del equipo?
- En el mediocampo, Agustín Díaz la está rompiendo y Nery Leyes ya se consolidó como jugador trascendental. Ojo, abajo tenemos que seguir mejorando. Arriba tenemos esos dos tanques (Riaño y Sáez) que una por partido tienen. Hay que ser contundentes. No pierdo la ilusión. Y voy a estar en cada rincón, en los cuatro puntos cardinales, como siempre, siguiendo a Talleres.

Tinta china. En su brazo derecho exhibe con orgullo un tatuaje con el escudo de Talleres. Tenía 14 años, se lo marcó con tinta china y cinco agujas, como los presidiarios. “Se lo oculté 3 años a mi padre. Andaba siempre con camisas. Cuando me lo descubrió, casi me mata. Es que mi pasión es gigante, desde chico que mi padre iba al Hipódromo, me cruzaba a la cancha. Hice de todo. ¡Las veces que en la fábrica me quemaba la pierna con un soplete sobre una chapa, para que me dieran días de licencia! Me ponía una cebolla en la herida para impresionar.

- ¿Cómo solventás los viajes?
- Fui albañil toda mi vida, tengo ahorros, alquileres, pensiones, no estoy salvado pero siempre tengo un mango en el bolsillo para seguir a Talleres. Nunca nadie me regaló nada, ni entradas ni comida.

- ¿Qué te dicen tus familiares?
- A esta altura, nada, ¡Qué me van a decir! Me pusieron contra la espada y la pared y siempre elegí a Talleres. Todos me dicen loco y tienen razón. Mis vecinos, familiares, saben que cuando juega Talleres, en casa no me van a encontrar nunca. Es que no aguanto escuchar la radio. Me pongo muy nervioso.

- ¿Talleres está para ascender?
- Le tengo fe, esto es partido a partido. Pero debe conservar lo más importante: armonía y humildad. Ésos son los condimentos principales, la base de todo. Hicimos revolución en los 70’ en los torneos nacional, y ahora también. Esto se corona con el ascenso.

“Ahora viajar es más complicado. Es que hay mucha violencia. Antes te cagabas a trompadas y de eso no pasaba. Nada de armas, cuchillos y droga como ahora. Por eso, yo viajo por mi cuenta y no me meto con nadie”.

“Más viajes que Kung-Fu”


“Nunca me puse a contar cuántos kilómetros hice por Talleres. Solo metí 35 mil la temporada pasada. De este a oeste, de norte a sur, ha flameado la bandera albiazul. Es una costumbre de vida. Me perdí sólo 9 partidos en 43 años. El día que me vaya del mundo, quiero un cajón azul y blanco, nada de llantos, y de fondo, la canción que Pelusa canta a Talleres. Tengo varios casetes de Talleres”, cuenta Batán, posando con su bandera: “El Colorado nunca T abandona”.

A dedo. “Fuimos a Mar del Plata, ante Kimberley, en el ’70, perdimos 7 a 1 y la guita nos alcanzó hasta Rosario. Hicimos dedo hasta Cañada de Gómez, nos metieron presos por dormir en una obra, y nos alzó después un camión de Bagley. Tanta hambre teníamos que a un amigo lo internaron por empacho de galletitas”, explica con humor Batán, para seguir desandando historias. “Tengo más viajes que Kung-Fu. Una vez fui de Comodoro Rivadavia a Jujuy en tres días. En Zapla, en el ’69, nos quedamos un día más porque había fallecido Evita y se suspendió el partido. Pasamos cada historia que no te imaginás. Ya perdí la memoria”, describe mientras muestra fotos con César Menotti, Ricardo Gareca, Raúl Gámez, y otras celebridades del ambiente.

Viajes y lugares recónditos: Bolivia, Brasil, Morumbí, Montevideo. Su esposa Tomasa, y sus hijos Analía y Maximiliano, no se sorprenden. “Talleres es mi vida. No quiero ningún homenaje, sólo quiero que el equipo ascienda. Voy a ir a la cancha hasta que el corazón diga basta”, cuenta el oráculo del “Matador”. Su bandera yace como siempre, en la platea oficial, (ex techada), flameando, y en Misiones también tendrá su lugar reservado.