El equipo albiazul encontró el triunfo y el alivio al final del partido. El último pitazo del árbitro Herrera desencadenó una batahola entre jugadores académicos y la Policía.

La escena del final no merecía ser esa. Porque mire que hubo historias para contar. La de Walter Ledesma en el rebote del estribo, dándole el 3-2 a Talleres y la tranquilidad para seguir a su DT José María Bianco.

La de Albano Becica, con su titánica actuación para levantar a Racing del 0-2 y ponerlo 2-2 y con aspiraciones de triunfo con uno menos (por la expulsión de Hernán Fernández).

Quizá la actuación de Sebastián “Sacha” Sáez, con su doblete. O el gran esfuerzo de todo Racing, para sobreponerse a la adversidad que le llegó temprano, por un insólito penal a los ocho segundos de juego. O lo que atajaron Michael Etulain y Gerardo Godoy.

De verdad, miren que había cosas para recordar y analizar. Como el hecho de que con 10 jugadores, Racing era más y mejor que Talleres, que ganaba 2-0.

Pero no, todas esas historias quedaron tapadas por la vergüenza del final. Como si fuera una película del far west, el pitazo final de Darío Herrera fue como la orden de un director de cine. Y para Racing fue luz, cámara y acción. Jugadores y cuerpo técnico salieron disparados contra el referí y sus colaboradores.

Convencidos de que les habían metido la mano en los bolsillos por aquel penal que le cobró a Mariano Vergara (se cayó, la pelota le pegó en un brazo y terminó lesionado), por la dualidad de criterios (expulsión de Fernández por foul de atrás a Sáez y perdón para Erroz tras falta similar a Becica) y porque el asistente uno tenía un resorte y cobraba offside en cada ataque de Racing.

Esa furia hizo que los jueces y su cobertura policial retrocedieran desde la mitad de la cancha hasta la platea Gasparini, donde los hinchas de Talleres aprovecharon para tirar butacas y elementos contundentes.

El polémico final. Luego, cuando los ánimos parecían calmarse, un hincha académico intentó “hacer justicia”. La policía lo detuvo, los jugadores trataron de “liberarlo” y ahí empezó la represión. Hubo intercambio de golpes de puño con algunos efectivos.

“Nos pegaron. Y lo del árbitro fue increíble. Nos decía que nos calláramos”, contó Godoy.

Fue una batahola frente a la platea Ardiles. Inclusive pudo verse a algún directivo de Racing mezclado en la refriega. Hubo piñas y algún “palazo”. “Nos sacamos. Pero todo tiene que ver con todo”, dijo Gustavo Coleoni, quien vio cómo detenían a Sergio, su primo y ayudante de campo, mientras a lo lejos sonaban balazos de goma, que acompañaban la retirada de la hinchada de Racing.

El árbitro y sus asistentes contemplaban la escena de lejos, tratando de recordar para luego hacer el informe. Seguro no volverá a dirigir por un buen tiempo un clásico. Ahora el mayor temor para Racing es por el informe. Para Talleres, la victoria significó un gran alivio.