Claudio Riaño habla de su presente en la T. En el cole Santo Tomás se acercó a la pelota.

Tiene la carpeta llena de tareas. Algunas ecuaciones de una matemática tediosa y varias oraciones a las cuáles hay que encontrarle los sujetos y varios predicados. Pero el está en otra cosa. Ese flaquito desgarbado, no para de darle a la pelota en el patio del colegio Santo Tomás. En cada pisadita pensando que quiere llegar a Primera. Porque si algo tienen de extraordinario los sueños es que se anhelan toda la vida y pueden cumplirse en una ráfaga.

Ese flaquito es Claudio Riaño, el delantero de Talleres, que el último domingo, marcó el segundo de la T para vencer a Desamparados 2-0. Demostrando que es una opción en la ofensiva, responde con goles. Está feliz y con Día a Día acepta hablar y volver al pasado para explicar su presente. “La verdad es que estoy muy contento. No sólo por mi gol sino porque el equipo necesitaba un triunfo de visitante”, arranca diciendo con la voz jovial de sus 22 años.

“Sabíamos que ir a jugar a esa cancha era complicado porque su gente mete presión. Pero salieron las cosas como las planificamos y el triunfo nos da tranquilidad. Es algo que nos debíamos como equipo”. Sin embargo, su felicidad se alimentó por volver a convertir un gol con la camiseta de Talleres, club del que el delantero es hincha.

“Convertir es una sensación inexplicable. Genera mucha felicidad que uno pueda llegar al gol. Es un situación en la que la jugada termina uno, pero que se genera de manera colectiva”, afirma criterioso, apenas con siete partidos en Talleres, entre amistosos y oficiales.

Pero su disfrute comenzó a darse mucho tiempo atrás. Cuando comprendió que entre ella y él había una química muy fuerte. “Desde chiquito que juego la pelota. En el Santo Tomás, mi colegio, jugaba en la Lifi y estaba todo el día pateando”, rememora nostálgico. Después, me fui a Juniors, estuve tres años en Lasallano, ahí me compra Luis Grillo y me lleva a Racing. Ahora, estoy en Talleres, es muy loco, se me dio todo rápido”, confiesa Riaño, que utiliza un breve silencio para continuar.

“Siempre soñé con jugar en Talleres. La verdad es que en tres años se fue dando, pero eso no te asegura nada. El fútbol puede tenerte ahí arriba y después estás abajo, en un soplo. Por eso, uno debe trabajar todos los días para ganarse un lugar. Además, uno debe ser responsable y cuidarse para estar al ciento por ciento”, agregó.

Ahí nomás, Riaño habla de su familia. No se olvida de los suyos. “Ellos son un apoyo fundamental para poder lucharla y no perder las ganas de soñar”, sostiene el ex Racing de Nueva Italia que sigue: “Mi viejo Carlos me viene acompañando desde que arranqué. Fue a las canchas de la Liga Cordobesa, viajó a Salta, Mendoza, siempre criticándome de buena leche para que yo mejore. Y mi mamá también, Eleonor se llama. Ella iba sola a la cancha de las Flores, es una genia”.

Instalado en el Mundo Talleres, uno de los temas es que descubrió en Héctor Arzubialde, el técnico albiazul. “Tiene una mentalidad ganadora que nos motiva. Siempre está alentándonos y eso es muy importante para el grupo”.

Ahora, siente que si vida ha cambiado. “Es un club muy grande, con repercusiones increíbles. Es una vidriera muy grosa y, además, tiene una convocatoria tremenda”, dice el muchacho que, a la hora de analizar el fútbol trata de restarle dramatismo a la historia. “Juego al fútbol porque me divierto. Entreno toda la semana y espero con ansiedad el finde para jugar. No hay que volverse locos”.

Pero no sólo de fútbol esta compuesta la vida de Claudio Riaño. Desde hace un tiempo tiene en suspenso su carrera de Administración de empresas, en la Universidad Católica de Córdoba. “La exigencia de entrenar hizo que la tuviera que dejar de lado. Pero voy a terminarla. Quiero tener un título universitario”, explica maduro y reflexivo.

Además, cuenta: “Miro videos de Gabriel Batistuta, de Ronaldo. Son grandísimos delanteros. Uno intenta ver como definen y aprender algo, jeje. Meto Play Station en las concentraciones y yo juego adelante, vengo bien, eh”.Claudio Riaño es el delantero que vino a pelearla a Talleres. Ese pibe que descubrió su sueño en un par de recreos.