Con dos jugadores menos, Talleres le empató a Racing en el último minuto de descuento. Adrián "el Bati" Aranda convirtió el gol y fue el héroe de la tarde en el Chateau. El árbitro, que tuvo un par de fallos dudosos, expulsó a Cosaro y Buffarini en la "T". Al final del partido hubo incidentes entre los jugadores.

Iba a ser triunfo de Racing, ajustado pero merecido, pero la historia de este clásico cambió en el último suspiro, por dos máximas futboleras que se cumplieron a rajatabla y que terminaron marcándolo a fuego: 1º) A los partidos hay que liquidarlos en el momento justo; 2º) A los goleadores jamás hay que darlos por vencidos, ni aún vencidos.

La arremetida de Aranda, en el cuarto minuto adicionado, fue un castigo a la ineficacia de la Academia, que no supo darle el golpe de gracia a un rival que, en inferioridad numérica y futbolística, parecía ser incapaz de consumar alguna hazaña. Fue un quedo inexplicable del fondo racinguista el que le permitió al “Bati” redimirse de una actuación para el olvido, y de aquel fallido puntazo que, desde una posición inmejorable, envió a la pobre pelota a la pista de atletismo, a los 33 minutos del primer tiempo.

¿Canchereó Artura cuando quiso ponerle el moño a una gran apilada suya por izquierda, con el partido 1-0 y cuando todavía faltaban 20 minutos? Para nada. Simplemente decidió mal. No olvidemos que de una jugada parecida, y de un acto igualmente “egoísta” de Bergese, llegó el golazo de la Academia, a los 9 minutos del complemento. Tampoco, que el propio Artura se cansó de desparramar adversarios, llenó de tarjetas a Talleres y se cargó su equipo al hombro cuando los minutos le empezaron a quitar piernas a Ávalos, ayer patrón del medio campo y referente futbolístico en Racing.

El orden como prioridad. Fue largo el round de estudio entre Talleres y Racing. En el arranque, los dos eligieron ser ordenados, no correr riesgos y presionar lo más arriba que se pudiera. Por eso no extrañó que se armaran tantas “parejitas” en un campo que hoy, a casi un año del último Rally, aún muestra resabios de la improvisada pista que alguna vez supo ser.

En ese contexto, sólo Pereyra, por el lado de la “T”, y Artura, desde el bando albiceleste, se insinuaban capaces de llegar a quebrar tanto hermetismo con alguna acción individual. El equipo que dirige Rebottaro intentó por los costados, pero Martinelli fue demasiado previsible; y Buffarini, puro vértigo. Racing se hizo fuerte en la marca y empezó a encontrar grietas en el fondo albiazul con la movilidad de Velázquez (tuvo su gran chance a los 35 minutos) y de Bergese.

En el complemento, el gol tempranero le trasladó todas las obligaciones a Talleres. Con Solferino y Díaz listos para entrar a la cancha, llegó la expulsión de Cosaro y todo se le complicó más al local. Expuesto al cachetazo y con pocas ideas, la “T” chocó una y otra vez contra la defensa de Racing y su propia impotencia. Hasta que Aranda dijo presente y puso el 1-1.