Talleres y Belgrano afrontaron el clásico condicionados por el temor a perder. Se raspó más de lo que se jugó y el 0-0 graficó perfecto lo sucedido. El punto le cayó un poco mejor a la “B”. Video.

"Lamentablemente, este punto no nos sirve para nada". El plateísta de la "T" no digería el 0-0 que acababa de ver en barrio Jardín y sentenciaba cómo le había caído el empate con Belgrano. Unos escalones más abajo, un hincha albiazul de camisa blanca, pantalón de vestir y zapatos negros exteriorizaba con una catarata de insultos cómo había tomado el resultado, mientras su compañero de pasión –vestido ídem– asentía con adustez.

Quizá la expectativa con la que estos fanáticos acudieron al clásico siestero los llevó a ser tan duros con la cosecha de Talleres, aunque es imposible desconocer que a Belgrano el 0-0 le cayó un poco mejor. Sólo bastó ver los abrazos y los rostros de los jugadores celestes al final para comprender que el puntito de visitante era parte del objetivo que habían ido a buscar. Es que a la "B" le posibilita quedar tercero y en zona de promoción, mientras que la "T" no pudo alcanzar a Almagro en el puntaje, aunque le descontó una unidad.

Después, a la hora de las declaraciones, los futbolistas pretendieron imponerse con sus palabras, algo que no supieron hacer en el campo. Fue un clásico reducido. No sólo en las tribunas (otra vez hubo nada más que hinchas locales por aquella absurda medida de la AFA) faltó la otra mitad, sino también en el juego. Un concepto válido para el operativo de seguridad, que funcionó bien pero se resquebrajó por incidentes de madrugada y hechos discriminatorios.

Condicionados por el miedo a perder, los dos priorizaron raspar a jugar. Achicaron espacios, eligieron que el rival no los lastimara, metieron fuerte y postergaron la necesidad de darle buen destino a la pelota y pensar más en el arco de enfrente que en el propio. Si hay algo que a la mayoría de los jugadores no se le puede reclamar es que se hayan guardado algo a la hora de poner. Pero en el fútbol eso es sólo una parte y casi nunca es suficiente. Siempre es mejor celebrar cuando la redonda es mimada por futbolistas como Cristian Zermattén (uno de los más claros) o Franco Vázquez (le pesó el partido y no gravitó), que aplaudir cuando se la revolea lo más fuerte, alto y lejos posible, algo que sucedió en varios pasajes del clásico.

Además, si los duelos individuales los ganan quienes cumplen funciones de destrucción sobre los que deben construir, las opciones de un buen espectáculo son escasas. Así y todo, cada equipo contó al menos con tres ocasiones para marcar, pero eso no alcanzó para que llegara ese desnivel por el que ninguno hizo mucho más que el otro y que hubiera provocado la herida tan temida –no mortal, aunque sí muy riesgosa– en el perdedor. Es que el miedo a salir derrotado era enorme y al final los dos se aferraron al empate, como lo confirmaron en la "T" el ingreso de Galarraga por Cobelli o en la "B" las señas de Nelson Pumpido (ayudante de Omar Labruna) pidiéndoles calma a los suyos.

El clásico murió en las expectativas y el cero le cayó perfecto. Tal vez, salió algo mejor parado Belgrano –que sigue ahí y ahora recibirá a Olimpo– que Talleres, que deberá visitar a Instituto sin su capitán Federico Lussenhoff, uno de sus caudillos.

El punto "T"
El 0-0 dejó a Talleres un punto más cerca de Almagro en la tabla de los promedios, pero no lo pudo alcanzar y sigue en descenso directo. El Tricolor tiene 118 puntos, dos más que la "T". Con sus triunfos, All Boys y Platense tomaron un poco de aire.