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Monge cabecea hacia atrás y Caffa queda a mitad de camino. El gol de Talleres llegó de un saque lateral. Foto: LaVoz / Sergio Cejas.
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Buffarini entró en el segundo tiempo y fue lo mejorcito de Talleres.

Hugo Caric /
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El Talleres ofensivo de Capitano igualó 1-1 con San Martín y fue reprobado por sus hinchas.

Ser ofensivo o parecer ofensivo: ésa vendría a ser la cuestión. Porque a esta altura del torneo, la estrategia de Salvador Capitano de poner en escena un equipo con tres delanteros parece más un rebusque marketinero que lo posicione ante la gente como "un técnico que va al frente" y no una decisión basada en la convicción.

Los misterios del DT albiazul se acabaron cuando apareció la planilla: Brasca, la defensa de siempre, un trío de volantes de buen pie (Dolci, Rimoldi y Quiroga) y el promocionado tridente ofensivo, con Miralles, Cuevas y Borghello. Pero bastó que la pelota empezara a rodar para que la teoría se cayera a pedazos. ¿Quién marca en el medio campo? ¿Quién le tira alguna "bocha" a los de arriba? ¿Quién aporta sorpresa y variantes si los defensores apenas cumplen a reglamento con la tarea de despejar?

A los 20 minutos, hubo enroque entre Miralles y Borghello; y cinco minutos después, el ex Racing pasó a jugar casi de enganche. Mientras, los volantes -puestos a hacer un laburo que no sienten- se reiteraban en foules e imprecisiones; y Brasca salvaba las papas en cada arribo de SanMartín.

Sin juego de equipo ni desequilibrio individual, no sorprendió que el gol de la "T" llegara por un blooper, tras un saque lateral de Quiroga y una desinteligencia entre el zaguero Monge y el arquero Caffa. "Jugamos un mal primer tiempo", admitió Capitano. "Pero terminamos metiendo al rival en su arco", acotó de inmediato, sin nada decir de la justicia o injusticia de un 1-1 con sabor a poco para el hincha albiazul.

Al fin y al cabo, las dos situaciones netas que desperdició Cuevas, en el final, le habían caído como anillo al dedo. En el fútbol argentino, se sabe, es cuestión de poner "cara de póquer" ante los micrófonos y echarle la culpa a la falta de liga, al mal arbitraje, a que el rival también juega u otras "originalidades" por el estilo, para sobrevivir un par de partidos más.

Cambia, poco cambia. "Mi propuesta es buscar el arco rival, y si tengo que irme por sostenerla, me iré", enfatizó Capitano ¿Había acusado el impacto de los silbidos que lo despidieron? Mmmm. Más bien, pareció direccionar el mensaje hacia otros destinatarios: "La gente está contenta con que el equipo juegue con muchos delanteros", afirmó.

Lo cierto es que ayer, más que nunca, Talleres se movió al son de los vaivenes que impusieron las decisiones de su DT. Buffarini por Miralles, para quedar con dos líneas de cuatro y dos puntas. Rivas por Rivera, para defender con tres y sumar más manejo. Azcurra por Dolci, para dejar una última impresión positiva, como esos boxeadores que saben que las tarjetas vienen ajustadas. "Que Talleres jugara con tres delanteros nos facilitó las cosas, porque ellos no tienen juego y los controlamos bien en el medio", dijo Carlos Roldán, DT de San Martín.

-¿Le falta juego al equipo, Capitano?
-Ahí está el secreto... lo digo a cada rato.