Daniel Potenza / [email protected]


Talleres terminó un 2006 para el olvido. Perdió ante Platense, se fue silbado y cumplió la peor campaña en torneos cortos.

Final del suplicio. Telón al piso para una temporada terrorífica en la que Talleres pasó por el Apertura de la B Nacional con muchísima pena y absolutamente nada de gloria. Es más, no veía la hora de que se terminara un campeonato que lo tuvo como participante y jamás como protagonista a pesar de las irrespetuosas presunciones del ex técnico Roberto Saporiti, responsable directo de esta enorme frustración deportiva porque armó un plantel pero nunca un equipo, más allá de la cuota parte de responsabilidad que le caben a la dupla Oste-Carrizo por las once fechas de trabajo en las que profundizaron el déficit, haciendo un culto a la impotencia.

Talleres cerró el semestre con derrota lógica y justa ante Platense 1 a 0 ratificando la imagen de equipo híbrido. Sin alma. Sin espíritu. Sin motivación. Sin argumentos ni de juego, ni de lucha, ni de entrega, ni de sacrificio. Sin libreto. Sin identidad. Sin sangre. Sin fuego.

Este equipo de Talleres que terminó perdiendo a dos minutos del final con el elenco «calamar», dejó la imagen de ser el más pecho frío de los últimos treinta años de su historia por la forma en que dilapidó su dignidad deportiva y la cifra extremadamente barata, en que vendió su derrota. O sus derrotas. De las muchas que sufrió a lo largo de toda la temporada.

El partido fue un enorme monumento al bostezo y pareció encaminado sin escalas al cero a cero. Aunque la victoria final del equipo de Javier Baena no admite discusión porque de los dos, fue el que contó con dos o tres argumentos que le permitieron aspirar a algo más que el empate desabrido que se instaló casi hasta el final. Lo que Platense mostró y Talleres nunca tuvo fue: las apariciones de Alan Sánchez para armar algo de tres cuartos de cancha hacia adelante, contra la defección crónica para tener la pelota y manejarla con algún peligro de la «Brujita» Bongioanni. Mientras éste miró, Sánchez de vez en cuando apareció. La dinámica de Mercier para hacer un surco por el andarivel derecho, cerrando y llegando al área albiazul y haciéndole mirar el número de su camiseta durante todo el primer tiempo a Cristian Ríos. La movilidad (velocidad) de Ferradás en el extremo derecho del ataque «calamar» y alguna apariciones de Acosta Cabrera aprovechando los desbarajustes de la defensa de Talleres, especialmente por el lado de Trullet, Mustafá y Malagueño.

Con eso, que no fue demasiado, Platense le sacó una luz de ventaja a Talleres y generó las situaciones más claras de la tarde para ganar, sumar de a tres en el Chateau y de esa forma acceder al subcampeonato redondeando una campaña fenomenal.


En Talleres nadie se salvó del papelón. O Casi. Porque lo de Dragojevich fue prolijo aunque lento y lo de Cruz fue encomiable desde la entrega ante la incapacidad técnica de este lateral que ya todo el mundo conoce. Lo de Ríos puede rescatarse ya que mejoró en el segundo tiempo cuando, claro, ya no tenía a Mercier para discutir la propiedad de su sector.

Lo de Klein fue inmirable. Lo de Trullet horrible. Mal Bongioanni. Mal Mustafá. Mal Malagueño. Hasta se contagió Ceballos que no rindió, salió muchas veces del área para recibir y lo dejó solo a Píriz que se bancó a todos los defensores de Platense sin ninguna asistencia ni compañía. Todo esto en el contexto de un partido chato, casi sin vibraciones, con la pelota prestada y sin un dominio claro de uno sobre otro.

En el complemento, Oste puso al pibe Bufarini y con él, Talleres tuvo algo más de frescura, de juego y de dinámica sobre la banda derecha, a espaldas del «Rusito» Ribolzi. El juvenil (17) no se achicó, la pidió, metió y a pesar del horno donde lo habían metido, demostró que tiene condiciones y personalidad. Cuando todo el mundo esperaba el final para irse y olvidarse rápidamente de un partido que no había ofrecido demasiado, Báez dejó el lateral, entró por la izquierda y quebró a Dulcich (entró frío, sorprendido por jugar) con un remate seco y bajo, en el palo que le había regalado el arquero albiazul, precisamente el suyo.

Perdió Talleres. Terminó el torneo que comenzó con sueños y a causa de su pésimo rendimiento lo convirtió en pesadilla. Quedó entre los cinco peores del ascenso. Muy poco. Dolorosamente poco. Irrespetuosamente poco.