El festejo del ascenso contra la reserva de River fue magnífico, pero el público le restó apoyo por la ausencia del primer equipo del Millonario.

Tuvo la forma, pero poco fondo. Le sobró marco, pero le faltó cuadro. Y no precisamente el de Talleres, que asumió el amistoso de festejo del ascenso a la B Nacional frente a la reserva de River Plate con toda seriedad y la profesionalidad que la circunstancia requería. Pero el plantel de primera millonario no vino a la fiesta y la gente, que no es estúpida ni compra buzones, le restó el apoyo multitudinario que la empresa organizadora del espectáculo, World Eleven, esperaba convocar. “Esperamos 40 mil personas”, dijo su titular, Guillermo Tofoni, a ,en la previa del amistoso. Y terminó viniendo la mitad.

Pese a ello, las alrededor de 22 mil personas que asistieron al Kempes pudieron observar la calidad, espectacularidad, imponencia e impacto de la puesta que se le había prometido. Hubo un VIP de primer nivel para invitados especiales, patrocinantes y aliados estratégicos, con bellas promotoras.

Los equipos ingresaron a la cancha juntos, con una densa masa de humo y bolas de fuego lanzados desde arriba del túnel. En el entretiempo empleados e invitados del BBVA Francés jugaron un picadito que fue seguido con gritos y vítores de la multitud. Y la fiesta que se armó al final del partido tuvo contornos similares a la de un festejo de Champions League.

Con un asombroso show de luces y fuegos artificiales, con sonido y tecnología de última generación y una constelación de papelitos dorados que volaron sobre el escenario montado en la cancha, el plantel de Talleres, con la obtención de la Copa BBVA Francés como excusa, festejó lo que realmente le interesaba: el anhelado y dificultoso regreso a la B Nacional.

La gente, como lo hizo durante todo el torneo, lo acompañó cantando y saltando con alborozo. Participó y se hizo sentir, pero se retiró rápido del estadio, quizá porque se venía el debate presidencial Scioli-Macri.

Además, la gente, otra vez, dio su veredicto. Ovacionó al paraguayo Rodrigo Burgos, el ídolo emergente de un plantel que sufrirá varias bajas esta semana, con Frank Kudelka o sin él como entrenador.

La imponencia del espectáculo también sirvió para festejar el año del retorno del club a sus socios, con la elección de Andrés Fassi como presidente. Una cuestión que el dirigente destacó, pero sin disimular la bronca contenida por no ver al Kempes como quería. Y no por su responsabilidad. Por eso vio el partido en las plateas no se lo divisó en el campo de juego y recién evidenció su presencia al final del juego, en vestuarios.

La gente disfrutó la fiesta prometida, con una puesta de excelencia. Pero está claro: de tonta, no tiene un pelo.

Faltó algo.