“Tres goles por partido son demasiado”. Con este razonamiento, Carlos Ahumada le bajó la persiana al ciclo de Rubén Darío Insúa el domingo pasado, tras la derrota de Talleres ante Instituto. La resistencia del entrenador cesanteado y algunos vaivenes en la búsqueda del sucesor demoraron el golpe de timón. Entonces, la dupla Carlos Bustos-Jorge Grassi se hizo cargo de un equipo descompensado, que había recibido 12 goles en cuatro partidos y que anímicamente venía en picada. La premisa era tratar de defenderse mejor y volver a sumar después de dos traspiés, pero no hubo caso.

Un discretísimo equipo como Independiente Rivadavia sacó provecho de los horrores defensivos de la “T”, se llevó del Chateau un impensado 3-1 y complicó en la tabla de las milésimas al equipo que a partir de mañana dirigirá Ángel David Comizzo.

Aquellos 20 minutos. Talleres ilusionó a su gente con un comienzo interesante. Con Rimoldi organizando el juego para que Rosales pudiera lastimar un poco más arriba, con Buffarini y Quiroga lanzados casi como extremos, y con el mejor Cuevas, ese que las pelea a todas y obliga siempre. “El Tanque” tuvo tres situaciones claritas, pero su propio apresuramiento, las manos de Vivaldo y el palo, en ese orden, le ahogaron el grito de gol. También hubo un cabezazo de Torsiglieri, tras un centro de Rimoldi, que el arquero visitante envió al córner. Hasta ahí llegó la “T”.

Después, el partido se llenó de pelotazos e imprecisiones que favorecieron a las escasas ambiciones de Independiente Rivadavia. El juego de Talleres se fue haciendo cada vez más previsible, y la falta de variantes le iría quitando aquel impulso inicial.

Un par de incursiones ofensivas de Lussenhoff, a los 37 y 44 minutos, sacudieron la modorra de un primer tiempo que se encaminaba hacia un 0- 0 previsible entre uno que no podía y otro que no quería demasiado y tampoco mostraba alguna individualidad que se saliera del molde.

Partido en dos. De los dos, Talleres era el que tenía la obligación de forzar las acciones. Lo entendió y volvió del descanso con una impronta diferente. Pero a su juego le siguió faltando claridad y eso le facilitó las cosas a “la Lepra”. Para los mendocinos, la cuestión ya parecía reducirse a esperar y contragolpear. En eso estaban uno y otro cuando entre Rimoldi y Buffarini armaron un lío en el área visitante. Ledesma le quiso tirar un pelotazo al “5” de Talleres, y le salió mal. La pelota volvió a dominio albiazul, Rosales habilitó a Quiroga y éste, con un zurdazo al primer palo, marcó el 1-0.

La alegría no duró mucho. Cuatro minutos después, y de un saque lateral, Independiente Rivadavia empató por Ledesma, quien de ese modo se redimió. Los delanteros visitantes advirtieron las grietas, y la endeblez de la defensa albiazul los transformó en figuras. A los 23, Caballero puso el 2-1 y de ahí en más todo fue desesperación para la “T”, dentro y fuera de la cancha. El 3-1 (De la Vega, de penal) podría ser una anécdota. Si no fuera que actualiza aquello de que “tres goles por partido son demasiado”.