La tendencia a sobrevalorar el envoltorio en vez del contenido llevó a los hinchas de Talleres a enfrentarse de nuevo a una realidad no deseada. A comienzos de este año apareció Carlos Ahumada con un buen fajo de billetes verdes bajo el brazo y su presencia tuvo en los hinchas el efecto de la contratación de un jugador estrella.

Esa mala interpretación no contempló que Ahumada pone dinero, cede su avión particular, contrata hoteles y reparte entradas antes de llegar al estadio, pero… no hace goles ni gana partidos.

La sensación de bienestar se acentuó con los primeros seis puntos. Talleres les ganó a Platense y a Almagro y los aplausos, de la mano de los resultados, no contemplaban análisis lógicos.

Que Viveros sometiera al soberano más con su simpatía que con lo que ofrecía dentro del campo; que Lussenhoff no diera la seguridad anhelada y que el arquero Silva dejara tantos interrogantes que, aún en la victoria, no sonaba descabellado preguntar sobre su reemplazante Valentín Brasca, eran datos que parecían no entrar en el cuestionario del por entonces enfervorizado simpatizante. Hace sólo unas horas, el despedido Rubén Darío Insua reconoció que de los cuatro refuerzos sólo había tenido plena inserción Paulo Rosales, anotador infalible en todos los partidos que Talleres jugó en el año.

Lo que viene. Quien dirija de ahora en más a Talleres deberá enderezar un equipo que nunca mostró el costado de solidez y madurez tan necesario para ganar partidos y sostener resultados.

A la par del reconocimiento que debe hacérsele por su predisposición al espectáculo (goleó y fue goleado; sus partidos siempre fueron atractivos) también debe achacársele su tremenda frontalidad para exponerse al toma y daca, que en partes iguales lo ubicó como ganador y lo dejó acostado en la lona.

Talleres ha sido generoso y no tiene que ver la cantidad de defensores y de mediocampistas que haya puesto en la cancha. "No es una cuestión de sistemas", también dijo Insua, que reflejó en la incapacidad de los suyos para evitar el juego libre del rival en cualquier sector del campo el mal mayor que lo llevó a perder dos partidos seguidos, a entrar a la promoción y a ser despedido.

En consecuencia, Talleres deberá ordenarse y volverse, al menos en defensa, más predecible. No recibir tantos goles es la mejor manera de no escamotear esperanzas a una hinchada acostumbrada a vivir la cotidianidad de la zozobra.