Con estadísticas preocupantes, Instituto y Talleres jugarán un clásico sin el mínimo margen para la especulación. Es más, hasta podría verse un partido con tantas o más sensaciones que el que la Gloria empató con Belgrano el sábado pasado.

No se recuerda que Instituto y Talleres jugaran un clásico con los números tan en contra. Y tampoco se tiene referencia de un apoyo tan masivo a dos equipos que, salvo excepciones, no han devuelto gentilezas. Sea en donde fuere, en este caso, seguramente el hincha de Instituto responderá a la importancia del compromiso…

Por efecto de la preocupación por no ceder más terreno y por el orgullo de no perder ante más que un rival, Instituto y Talleres están en condiciones de ofrecer un espectáculo tan o más emocionante que el que ofreció la Gloria con Belgrano el sábado pasado.

No es pecar de falso optimismo; tampoco de configurar una realidad que no existe; ni siquiera hay que buscar entre los entresijos de cada formación para vislumbrar un trámite que puede ser atrapante.

¿Por qué se especula de tal manera? Porque por una cuestión de vecindad los dos ya se conocen y se tienen las costillas contadas, y porque ni más ni menos ya no tienen margen para especular. Es más, ni en mejores épocas y ni porque sus propios públicos se los hubieran permitido, algún protagonista manejó la alternativa de poner la calculadora en mano para saber qué es lo que más le convenía ni cuál esquema de juego podía evitarle el oprobio de un mal resultado.

¿Infladores? Decididamente sería un elemento de gran preocupación si Instituto ante Talleres manifiesta algún resabio emocional de su encuentro ante los celestes.

La metáfora de Jorge Ghiso sobre la utilización de 30 infladores para levantar el ánimo de los jugadores ya tendría que ser una curiosa ocurrencia si el equipo pretende sacarse de encima la presión de su bajo promedio y de la amenaza de descenso. Resiste esta expresión la frescura y la prolijidad con que los jugadores ha encarado sus tres partidos en 2008 y el potencial que podrían desarrollar aún más si asumen éste y los próximos partidos con pasión para jugar y madurez para pensar. Lo ayuda tener un panorama claro: su estructura se mantendría casi intacta, como así también su segura intención de fortalecer un perfil de equipo que ha ido mejorando día a día.

Igual de urgentes son las necesidades de Talleres. Sufre por la falta de puntos pero sufre más por una irregularidad que descabeza ilusiones apenas florecen. No habrá aviones particulares, pagos inmediatos, confort impensado y mimos ilimitados si su película muestra desiertos y selvas sin discontinuidad, no sólo en este tramo del campeonato sino en el desarrollo de cada partido.

Talleres apura el aplauso cuando ataca y acelera las pulsaciones cuando defiende. No tiene términos medios, una de las razones por las cuales su futuro es toda una incógnita.

Más allá de los intereses particulares, una mínima cuota de objetividad promueve la sensación, por defectos y virtudes de ambos, de estar en el umbral de un partido que puede resultar atrapante.

Riesgo en las áreas, juego vibrante, promesa de goles... La historia de Instituto y Talleres es abundante en mostrar estas imágenes. Si eso se repite, gane quien gane, el público saldrá agradecido.