El empresario evitó hablar de sus problemas en México y prometió el ascenso para la "T".

Carlos Agustín Ahumada Kurtz se fue hasta Pilar. Ya como flamante titular del 70 por ciento de la gerenciadora de Talleres y líder de un poderoso grupo inversor mejicano, decidió acompañar al plantel en uno de los ensayos previos al partido de hoy con Platense. Volvió a calzarse la indumentaria del club (lo había hecho con los pibes, el martes pasado en Embalse), trotó con los jugadores y luego cenó con ellos en un hotel cinco estrellas que pagó de su bolsillo. La Voz del Interior acudió al lugar y tras una espera de casi dos horas, Ahumada aceptó ser entrevistado.

El cara a cara con el millonario ofrecía un montón de atractivos periodísticos. Más allá de su reciente vinculación con Talleres, cotizaba doble o triple que el cordobés, que se fue a México a los 11 años, quisiera hablar de los hechos que lo transformaron en un personaje mediático y polémico en la vida política mejicana. De su reciente liberación, de los videos que él mismo dio a conocer, en los que aparecía entregándole dinero a dos referentes de Andrés López Obrador –gobernador del Distrito Federal mejicano y candidato a presidente en las últimas elecciones–, de sus tres años en prisión, de su reinserción social y comercial, y de sus supuestas nexos con el narcotráfico, según varios portales aztecas.

Sin embargo, el empresario se excusó de hablar “del tema político”, aunque, en un par de ocasiones, sin necesidad de ser inducido, pronunció algunas palabras sobre su catadura moral. “Represento y soy uno más de los inversionistas que tienen el 70 por ciento. No soy el único. Es un grupo de argentinos que estamos haciendo esta inversión”, arrancó Ahumada con una inconfundible tonada mejicana.

Tranquilo y sereno, el empresario ofrecía una imagen que nada tiene que ver con aquellas pertenecientes a su pasado reciente.

–¿Cómo se llama el grupo inversor y quiénes lo componen?
–No es el Quart. Hace bastante que no tengo relación con él. Son argentinos. Pero estoy motivado y contento. Con un reto muy grande por delante, pero con la fe y la esperanza de que vamos a salir. Vamos a llevar al equipo a Primera División, que es donde lo vi en mis primeros años de vida, en el estadio de barrio Jardín, con mi padre. Es lo que le quiero para Talleres. ¿Si jugaremos en la Boutique? Quisiera que el tiempo sea el que vaya marcando las pautas del proyecto.

–¿Lo hicieron a la fuerza simpatizante de Talleres?
–No. Mi padre le ‘iba’ y mi hermano, de chico, también. Pero fue de corazón y por gusto.

–Muchos dirigentes dijeron lo mismo, sobre el ascenso…
–No tengo dudas.

–Ateliers concesionó el club hasta 2014, aunque debe renovar el compromiso cada tres años. ¿Terminará ese proceso?
–Definitivamente. Queremos continuar hasta donde la cuestión jurídica lo permita. Y mientras estemos, otra de las prioridades será el semillero, las fuerzas básicas. Apostaremos a los juveniles en todos los sentidos. Ya estuve con ellos. En el León también lo hicimos.

–Tenemos entendido que no pudo cumplir sus compromisos con el León y el Santos Laguna. ¿Podrá hacerlo con Talleres?
–Definitivamente... De nada, de lo que ha sido mi vida, me avergüenzo. Lo digo respetuosamente. Son situaciones a las que todo el mundo está sujeto que le pase. Por diferentes motivos. Lo mío fue por una cuestión política y de ideales. Lo he consignado en mi página de Internet. Lo del León, por mi situación personal, se vio truncado. Obtuvimos dos campeonatos. No pudimos ascender en la final por cuestiones muy particulares que me gustaría tratar con más tiempo. El León, por ahora, está en un litigio. Lo administra la persona a la que le vendí. No me pagó. Falsificaron firmas. Está una averiguación previa, en la Procuraduría del Distrito Federal. El tiempo decidirá de quién es el León. No es un tema cerrado, sólo suspendido. Tengo un lugar en las gradas y los hinchas ponen el cartel “Ahumada está presente”. Y en el caso del Santos Laguna, se dio una situación breve, porque lo adquirí en un momento y todo mi problema pasó tres meses después.

–¿Sabe que su llegada motivó que un grupo de ex socios (“la Causa”) remitiera sus antecedentes penales y los de su abogado, Jacobo Grossman, al juez que administra la quiebra?
–Cualquier oposición es un reto. No lo veo como una cuestión que me asuste. Lo veo como un reto para demostrar, con los hechos, lo que realmente somos. Respeto las diferentes opiniones. Éste es un país libre y democrático, donde todo el mundo tiene derecho a opinar y a expresar sus ideas. Me basaré en hechos. Antes del jueves se hicieron cosas para cambiar. Lo que está en mi vida, que lo he puesto en una página, es pública. Desafortunadamente, para mis hijos y para mi esposa no es tan bueno que yo sea una persona pública. Pero estoy contento viviendo mi realidad. Nos conoceremos con hechos. Y que la gente y los opositores me den la oportunidad de ir demostrando.

–¿Está dispuesto a vivir el vaivén del resultado deportivo: en el triunfo, olvidado; y en la derrota, criticado y denunciado?
–Soy consciente. De los goles convertidos y recibidos son responsables los jugadores. Como directivos, nos toca darles todo para que ellos se preocupen de jugar. Acá donde estamos (por el hotel, un cinco estrellas de Pilar), es lo mejor que se les puede dar. Estoy con ellos.

–¿Hasta dónde piensa llegar con Talleres?
–La primera meta es subir a Primera. Después, ser campeón.