En 2005, Granero sucedió a sus "tocayos" Dossetti y Tale. Ayer le cedió el manejo del club a Carlos Ahumada.

“Para mí, éste es el sueño del pibe”, le dijo Carlos Granero a La Voz del Interior el 8 de julio de 2005, luego de que otro Carlos, el juez Tale, a cargo de la quiebra de Talleres, le otorgara la concesión provisoria del club ante la imposibilidad de hacer frente a los gastos operativos elementales.

Por entonces, el empresario que años atrás había desembarcado en barrio Jardín con el técnico Ricardo Gareca, ya había ganado importantes espacios durante la gestión de su también “tocayo” Dossetti, el presidente cuyos desmanejos llevarían a la “T” hacia la crisis terminal que desembocó en la quiebra del Día de los Inocentes de 2004. “Nuestro proyecto tiene como objetivo reposicionar a Talleres en el fútbol argentino y, si es posible, llevarlo a la brevedad a Primera División”, enunció en su primer discurso de gerenciador este abogado santacruceño con amistades influyentes, como la del ex presidente de la Nación Néstor Kirchner. “Granero al poder”, fue el título que, por entonces, reflejó en este periódico el desembarco de Ateliers.

Ayer por la tarde, dos años y siete meses después de su asunción como máxima autoridad de Talleres, Granero selló con el empresario cordobés-mejicano Carlos Ahumada (el cuarto Carlos en la línea sucesoria) el traspaso del 70 por ciento de las acciones de la concesionaria. “Era necesario inyectar recursos para continuar con el proyecto”, aseguró a la hora de justificar su paso al costado. “¿Mi futuro? En principio, voy a seguir como presidente”, agregó al blanquear las tratativas con el polémico Ahumada, ex dueño de los clubes mejicanos León y Santos Laguna, que fueron reveladas por este medio en enero pasado.

La novedad no sorprendió. Al fin y al cabo, el propio Granero ya había anticipado que sería “muy difícil” que prosperara la gestión de última que inició el ex directivo Ernesto Salum y que luego pasó a liderar Andrés Fassi, el director general del club Pachuca de México. “Hay compromisos asumidos y un ambicioso proyecto en marcha”, argumentó. Estaba claro que –con un compromiso de venta por 1,5 millón de dólares ya firmado– su poder de decisión estaba acotado. “La última palabra sobre una posible venta la tiene el grupo mejicano. Yo sólo soy un soldado”, señaló. Más claro, imposible.

Socios foráneos. La capacidad económica de Granero fue siempre una incógnita en barrio Jardín. Próspero letrado, empresario gastronómico y futbolístico, para unos; hábil asesor de inversores vinculados al kirchnerismo, para otros. ¿Cuál es “la posta”? Ninguna de las dos hipótesis aún se ha podido demostrar. Pero más allá del imaginario de la popular albiazul, lo cierto es que, desde su arribo a Talleres, el gerenciador siempre necesitó de capitales ajenos para sostener su proyecto.

Su primera sociedad fue con Saint Etienne, el club francés que se tentó con la idea de tener un centro de formación de futbolistas a bajo costo, y que con ese fin adquirió el 51 por ciento de las acciones de la firma de Granero. Pero esta sociedad no duraría demasiado, más allá de las buenas intenciones declamadas y del gesto de Granero de bautizar como “Ateliers” –traducción literal de la palabra Talleres– a su novel empresa.

Los vaivenes deportivos de Talleres –el primer DT de Ateliers, Emilio Commisso, apenas duró 75 días– enseguida empezaron a impacientar a los hinchas, que seguían clamando por “los notables”, el grupo de ex directivos que perdió en Tribunales –llamativamente, sin dar batalla en el marco del régimen legal vigente– la pulseada por el gerenciamiento definitivo.

Para colmo de males, aquel envión que se frenó con el fallido ascenso de mediados de 2006, nunca pudo resurgir. Ni siquiera los regresos del “Tigre” Gareca, el DT que llevó al equipo al ascenso del ‘98 y a la obtención de la Copa Conmebol ‘99, y del enganche Diego Garay, a comienzos de la temporada pasada, lograrían devolverle la sonrisa a Granero. Es más: la temporada 2006/2007 culminaría para la “T” con el triste rótulo de “la peor campaña de su historia”. Por entonces, la muletilla del gerenciador se repetía cada vez con más frecuencia: “Si viene alguien con un proyecto superador, me voy”.

¿Granero a la presidencia, Ahumada al poder? Así será. Y hay quienes juran que “la fórmula” se empezó a gestar en la mismísima “casa del fútbol” de la porteña calle Viamonte.