A ocho días del debut, la "T" ganó 3 a 2 con goles de Maidana, Cuevas y Borghello.

Alimentar ilusiones de la nada es difícil. Talleres aprobó hace rato esa materia, desde hace bastante, aunque tiene previas las siguientes etapas, las que reclaman concreción y bases para que el éxito sea duradero.

Sin embargo, cerca de nueve mil personas se llegaron al estadio de Racing, le ofrecieron un marco interesante al Talleres ganador de los últimos clásicos y que, a la vez, es el ocupante del sitio previo a la promoción al Argentino A, en la temporada siguiente al peor desempeño del club en los torneos de AFA. La presentación de los refuerzos Paulo Rosales, Federico Lussenhoff, Alexander Viveros y Antony Silva, más la chance de enfrentar a Boca –aunque en este caso fueran los pibes– dieron resultado y la gente se entusiasmó.

¿Qué se vio? La “T” ganó 3-2, pero lo elemental para su salud futbolística fue que por un rato tuvo juego, y eso le permitió aprovechar la capacidad goleadora de Héctor Cuevas e Iván Borghello, mucho más allá del “pelotazo” para que peine uno y el otro vaya a buscar el tributo.

Paulo Rosales fue fundamental. Fue el creador y un preciso ejecutor de pelotas paradas, como en el gol que anotó Julián Maidana a los 12 minutos. Pero el principal beneficiado fue Lucas Rimoldi. Fue el socio perfecto: cerquita del “10”, pudo recibir de frente para armar una pared y pasar al ataque, o dejar a los delanteros en posición de gol. Así pasó cuando asistió a Borghello y éste cedió a Cuevas para que anotara el 2-0, a los 44 minutos, y también cuando dejó solo al “Tanque” para que habilitara a “Memo” en el 3-1, un rato después.

Jugando con línea de tres, el equipo expuso a sus defensores a la velocidad del pibe Mouche, autor del 1-3, apenas arrancó el segundo tiempo, y de la asistencia para que el 2-3 de Chávez, a los 16 del complemento. Un problema por resolver. Así y todo, el aperitivo dejó conforme a Talleres.