En la columna Desde Adentro una radiografía del Talleres que pelea en la Liga Profesional.

Ya se ha dicho que Talleres es impredecible, una característica que distingue su gran campaña. Frente a Godoy Cruz no jugó su mejor partido; lejos de eso, mostró varias facetas que justifican ese calificativo.

Tuvo cinco minutos en el que los rivales le vieron el número de la camiseta a los albiazules. Julián Maratini, ahora sí, decidido y punzante, generaba peligro por su banda sin pensar en tocar la pelota hacia atrás como tantas otras veces. Diego Valoyes, mientras tanto, imponía su potencia ante Ian Escobar.

Un poco más atrás, Juan Méndez y Rodrigo Villagra ganaban algunas pelotas divididas y la ubicaban rápido en el campo mendocino. En ese breve lapso pudo haber hecho dos goles, uno perdido increíblemente por Angelo Martino. La otra oportunidad fue en la que el colombiano Rafael Pérez pareció mostrar las orejas del conejo que una hora después iba a sacar de la galera.

Tras esos cinco minutos, Talleres, fiel a sus cambios de rendimiento, jugó el fútbol al revés. Valoyes empezó a perseguir a Ian Escobar; los dos”5″ perdían en la lucha por la posesión del balón mucho más de lo que ganaban; Fértoli, con sus movimientos lentos no generaba juego ni impedía la salida limpia de Godoy Cruz y lo más grave, los anunciados y largos pelotazos desde el medio campo o desde los zagueros centrales tombinos sorprendían a la dupla Komar-Pérez, y empezaban a darle vida y brillo a la gran tarde de Guido Herrera.

No hubiera extrañado a nadie que Talleres se hubiera ido a los vestuarios tras el primer tiempo con dos goles en contra. O que si hubiera ajustado la mira en su albor, el marcador hubiera estado a su favor. Lo que se dice, un Talleres auténtico.

Fiel a la actitud que siempre atiza Alexander Medina desde el costado de la cancha, Talleres regresó a la cancha igual que como había terminado 15 minutos antes. La disposición inclaudicable al esfuerzo lo salvó del naufragio en el inicio del segundo tiempo. Pero “el Tomba” ya no era el mismo. Y el partido fue entonces al revés para los locales.

Valoyes demostró que, aun con la cara cortada, tuvo las agallas para cabecear cualquier balón y para arrastrar jugadores, tal su energía arrolladora. Así como Herrera lo había salvado a Talleres un rato antes; el colombiano, ahora seleccionado, tomó el timón, miró el faro y desde su ímpetu empezó a buscar las aguas que llevaran a sus compañeros al mejor destino.

Sin que hubiera tempestad, “Rafa” Pérez hizo el gesto circense que anunció cuando el partido se desperezabar; poco después, Komar se anticipó a todos y transformó el resto del partido en una calma chicha. Deja Vú al instante. La memoria recorrió meses y se instaló en el Parque Independencia, cuando tras ir ganando 2 a 0 a Newell’s Old Boys, el equipo rosarino lo liquidó a puro cabezazo para terminar ganándole 3 a 2. Pasa el tiempo, podrían haberse repetido historias, pero esta vez este Talleres no fue aquel Talleres.

A cinco fechas del final del torneo, y aun con sus intermitencias, los de barrio Jardín no parecen en condiciones de producir el milagro y arrebatarle el título a River Plate, pero ya le sacaron cuatro puntos de distancia a Lanús, el tercero en el torneo. Y le queda Godoy Cruz, nuevamente, como obstáculo para enfrentar a Boca Juniors en la Copa Argentina. Su letra firme también apunta su privilegiada posición para clasificar a la próxima Copa Libertadores.

Se reitera: sobre la base de un esfuerzo innegociable, Talleres apelará al pronóstico extendido del tiempo para saber si su próxima actuación estará cargada de nubarrones y fuertes vientos, o si el matiz lo ofrecerá una plácida jornada en el que las virtudes del equipo se impongan a las de su adversario. Porque así es Talleres, el que todo puede ofrecer.

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