El Cholo” es un hombre de palabra. Y, para la buena gente, la palabra empeñada no se negocia. Ni por una montaña de dólares o de euros, porque Pablo Guiñazú, a los casi 40, una edad en la que la mayoría de los futbolistas son “ex”, volvió a recibir en estos días ofertas para irse de Talleres. Y se replanteó colgar los botines, después de una impecable carrera profesional de 22 años.

Pero como es hombre de palabra, las desechó. Su papá Juan, quien lo sigue guiando desde arriba como hijo, esposo y padre, y su mamá Gladys, a quien ahora puede tener a su lado, le enseñaron eso desde pibe, en el pueblo, en su General Cabrera.

“Eso” son “valores”, normas que rigen las vidas de las personas y que hacen que uno sea como es y ande siempre con lo puesto.

“Maestro, no sabés la alegría que tengo de volver a mi Córdoba. Hace 20 años que soy profesional y siempre lejos. Estoy feliz... vuelvo a mi provincia para ascender y retirarme con Talleres. Es un club que siempre me encantó. Le prometí a mi viejo antes de morir que iba a terminar mi carrera en Córdoba, y lo voy a poder cumplir. Voy a estar con mi vieja, que está solita ahora, con mis hermanos, mis amigos de Cabrera... ¿cómo no voy a estar feliz?”.

Esas palabras que le dijo desde un aeropuerto a este periodista un 27 de enero de 2016, hace casi dos años y medio, anticipando su regreso, fueron una promesa y a la vez desafío. Hoy vuelven a adquirir significado. Porque el tipo también tuvo sus momentos de dudas y ahora vuelve a a honrarlas: se retirará en Talleres.

Guiñazú seguirá jugando otro año en la “T”. Y a los 40 paseará toda su jerarquía en la Libertadores, en la Superliga y en la Copa Argentina. Hay que empalagarse de su fútbol. De estos jugadores quedan pocos. Doce meses más para que otros lleven a sus hijos y nietos a la cancha y lo vean. Hay que disfrutarlo, porque todo lo bueno alguna vez se termina.