Herrera mantuvo el 0 en 11 partidos en Primera, algo que no se lograba desde la temporada 89-90. Además, es opción de contragolpe cuando sale jugando.

“El secreto está en la semana”, suele decir Guido Herrera cuando es consultado sobre las razones de su rendimiento. Claro que ese momento, al que hizo referencia, está lejos de ser público como los partidos en los que se ven los resultados.

Hasta ahora, muy buenos. Esas horas transcurren mayoritariamente en el predio Amadeo Nuccetelli y con otros protagonistas que no son precisamente los jugadores de campo ni el entrenador Frank Darío Kudelka.

Es una escena reducida de la que también participan sus colegas Mauricio Caranta y Kevin Humeler.

Todos son exigidos por Gustavo Irusta, entrenador de arqueros del club hace casi 10 años y que tiene el puesto en la sangre por su padre Rolando –tercer arquero de Argentina en el Mundial de Inglaterra 1966– y su tío Agustín –recordado guardavalla de San Lorenzo– y quien tras ascender con Talleres en 1994, se radicó en Córdoba

“Abajo”, “arriba”, “precisooooo”, son los gritos del “Mono” hacia Herrera. Una figura de hierro lo separa del rubio para que crezca la incertidumbre sobre el destino al que irá la pelota.

Cuando Guido (ayer cumplió 26 años) adivina, vuela hacia la pelota y arranca la etapa de la puntería.

Con el pie, debe embocarla en un arquito mínimo. Con la derecha y con la zurda, mientras Caranta intenta batir otra valla también de dimensiones reducidas, un objetivo al que Guido deberá llegar con una gran estirada.

Luego, vendrán los envíos largos. Y así. La rutina del vuelo al pase arranca de nuevo. Así es parte del entrenamiento que es observado por los pibes que sueñan con ser como Herrera, como otros idealizaron a Mario Cuenca, a Héctor Baley o Ángel Comizzo.

El acto público, como el partido ante Argentinos con 33 mil personas en el Kempes un lunes a la tarde, demuestra que Herrera ataja como se entrena. Sale rápido y corta, descuelga el centro y apela a sus reflejos. Ordena, grita, acomoda a la defensa con Javier Gandolfi y Pablo Guiñazú.

Pero como el fútbol es un acto ofensivo y Talleres es un equipo de ataque, la acción de contener debe complementarse. La jugada le exige más a Herrera.

Y viene un saque largo al pie o al pecho de Joao Rojas, como ocurría con Palacios, Mauro Ortiz y ahora con Matías Pisano. Herrera es el que dispara el contraataque, una acción que fue perfeccionando con el correr del tiempo. Hasta hacerla importante.

El final de la jornada ofrece la victoria con Argentinos y también el récord. Guido llegó a ser el primer arquero de Talleres, en los últimos 28 años, que sumó 11 partidos con el arco invicto en el mismo torneo de Primera División. La última vez había sido en el torneo 1989-1990 (11 en 38 jugados y que se repartieron entre Sergio Genaro, con 10; y Gustavo Ferlatti, con 1).

“Mejoró mucho la velocidad. La buena pegada y el juego con los pies lo tenía de antes, pero lo fue perfeccionando. Sigue en crecimiento y lejos de tocar su techo”, suele decir Irusta y lo comprueban los delanteros rivales.

Es el Herrera del invicto récord, el que va del vuelo al pase.