Afilado. Talleres goleó 4-1 a Racing con dos de Olego y dos de Klusener. Quedó a tres puntos del líder.

Mira para abajo riendo. Gira la cabeza. Las pupilas se disparan para lados opuestos. El señor le pega con el costado del puño a un amigo. Ahí en la gamba. En la otra mano tiene un manojo de palitos blancos. El bastón que lo guía en las calles, contorsionado, descansa bajo la sábana de la euforia. Talleres metió un triunfazo 4-1 ante un Racing que le hizo fuerza. Aunque sea ciego va a la cancha. Le cuentan una y otra vez que Franco Olego la agarró “chanchita” y metió un bombazo al ángulo. Que el arquero hizo “chancleta” y quedó estático. Los ojos del corazón ven mucho más. Él sabe de la textura del azul y su apareamiento con el blanco. Él sabe que Talleres es un viejo como él, que no se cansa nunca. Que con los achaques de los años es un grueso árbol de pie. Que echó más raíces que el bosque subtropical.

Le cuentan que en el primer tiempo Aguiar metió un voladón bárbaro antes de gol de Franco. Que, con el penal que había marcado Klusener en el nacimiento del juego, la T sellaba su pelea por el 1 de la Zona Norte. Que está a tres del líder Gimnasia y Tiro que ayer perdió. Que Villarreal es un viejo como él, pero que libra la batalla en su soledad, la de querer superarse. El cieguito puede mirar aunque no vea. Y vuelve a preguntar por el 9. Klusener es el goleador del Argentino A con 15 goles. Pero Olego fue un poquito más, que lo supo aprovechar a Santos, por la izquierda, y que hicieron unos barullos lindos antes de ese bombazo. Y se lo repasan otra vez, y el lo mira aunque no lo vea.

En el entretiempo se tomó una Pritty. Masticó unos manices. Se hizo un bicho bolita para escuchar en la radio otra vez cómo iban los otros partidos de la Zona. Cerró el puño. El bastón se le cayó a un costado y ahí lo manoteó como si nada. Se paró porque aplaudían cuando volvía el equipo. Después de unos minutos le dijo a su hijo que estaba con el amigo, “qué tal Villa”. Cuando le quiso empezar a explicar, el Negro en ese momento, cuando menos se esperaba, agarró la pelota y picó en diagonal como si Cacho Sialle fuera Tito Vilanova y dobló el pie como lo hacen los jugadores del Barsa en la play. Olego entró en diagonal y se la picó a Godoy por encima del cuerpo. El 3-0 fue una melodía desencadenada.

El grito alargado de gooool le hizo morder el hombro al hijo. “Mirá vos”, no era una expresión de humor negro para él. Ni el descuento de Bubas le sacó esa mirada de buey perdido, pero feliz. Cosas del destino, Klusener por el que había preguntado le volvió a responder con otro gol sobre el final. “Mirá para arriba, loco”, les dijo a los que lo rodeaban. Estiró el bastón, posó la mano en un hombro y se fue mirando como siempre, el azul, el blanco. El amor por los colores tiene una forma para él. Y él la mira siempre. Talleres mira desde arriba. Él siempre lo hizo.