No descubrimos nada si decimos que en el fútbol, las matemáticas, el álgebra y la física son ciencias que no encuadran y que lo que sucede muchas veces, y por lo general, no tienen consecuencias lógicas. En el fútbol, nunca las sumas son precisas: no siempre dos más dos es cuatro, y cada presunción en el preludio es relativa, sin garantías ni certezas.

Talleres no deja de masticar la bronca por la frustración por todo lo invertido y planificado, con el plantel más oneroso de la categoría y con un proyecto de recuperación integral del club nunca visto para el Argentino A. Sin embargo, nada de eso certifica el ascenso directo. Puede ser el camino, la guía y el lema para obtenerlo, pero así y todo, la realidad se dirime dentro del campo de juego. No existen leyes universales, todo pierde validez científica.

Los números indican que el elenco albiazul perdió en la cancha sus sueños de ascenso, pero sin embargo, afuera de la línea de cal, pese a que se hizo todo lo posible manteniendo el plantel al día, volando en charters y concentrando en hoteles de primer nivel, no fue suficiente. De ser un torneo económico, sin necesidad de goles, Talleres sería campeón. Pero el rival también juega, con menos plata y recursos. Los partidos y los campeonatos no se ganan sin jugarlo.

Y en barrio Jardín hubo un quiebre en la estabilidad, en el mensaje, en la convivencia. Fue tras la derrota en Salta ante Central Norte. El clima se enrareció, no llegaron soluciones; y por el contrario, todo se hizo cuesta arriba. Después de Salta, hubo visitas de barras (¿cómo ingresaron al entrenamiento? ¿Alguien le abrió las puertas?), declaraciones dirigenciales poniendo énfasis en la infausta frase “ascenso o fracaso”, y la atmósfera se transformó cada vez más incómoda. El mal paso ante Central Norte, sumado a las dos derrotas siguientes (Brown y Huracán), llevó a hablarse de rescisión de contratos, cuestionamientos al técnico; con una intolerancia y un nerviosismo que todo lo complica.

¿Logrará Talleres superar ese trauma? Todos deben entender que el Argentino A no es un juego de computadora. Se disputa el ascenso partido a partido. Y una celebre frase, un tanto vulgar como coloquial, resume como pasa dentro de la cancha: “El que se calienta, pierde”. Tanto en el césped como en el escritorio.