La alegría de la T. La historia de un sábado feliz para el arquero Crivelli y para todo barrio Jardín.

El coronel busca letras que le alimenten la historia. Es el que comanda una armada pesada y derruida por su misma negra historia. Es una tarde soñada, de final de cuento de un tal Osvaldo Soriano. De esos cuentos de Fontanarrosa que ofrendan una definición por penales. Las descripciones de las caras, que miran transpiradas. Que la pelota es el primer plano de la intensidad de la foto. Allá al fondo, chiquito, con los brazos abiertos se ve la temblorosa expresión del fusilamiento. El arquero está esperando que el estruendo le retumbe en su alma. Pero antes que eso, en segundos, traslada el pensamiento hacia atrás.

Y ve en esa imagen al Gringo Binello que llama como locos a todos. Contacta, arregla, se caen los pases, vuelven a tener chances y así. Dos meses frenéticos, incansables, inagotables. Y llega el momento de la definición y justo milésimas antes se escucha: "Mirá, Federico. Esto es muy simple. Talleres no te ofrece sólo un contrato interesante, te ofrece algo por lo que todos estamos embarcados: queremos pelear el ascenso a la B Nacional. Para eso te traemos". Esa fue la frase con la que Ernesto Salum encaró al flaco Crivelli, el arquero de Temperley, de la B Metropolitana, el mismo que hizo ingentes esfuerzos para poder destrabar su pase en el Celeste de Buenos Aires y venirse a la T, a buscar gloria.

La moneda de cambio para llegar a Talleres no admite más márgenes que buenos dividendos. En el club ya no quieren más aves de paso. Por eso se procuró buscar nombres interesantes que puedan ser una apuesta a futuro también, más allá de algunos jugadores de experiencia. El flaco Crivelli, de tatuajes en el brazo, de torso endurecido, de cara de nene bonachón, fue uno de los que reunió esos requisitos. Y ayer se calzó el buzo, pesado, inquieto, difícil de sostener y trató de estar a la altura de las circunstancias. Y Talleres tiene esa matriz que puede transformar la intrascendencia en lo inolvidable. Por eso, Federico Crivelli no dejará de recordar la tarde que ayer le tocó tener. Ganar para contarlo. Crónica de una victoria atajada. Los títulos de las obras completas de una jornada insuperable pueden dar al final que "Talleres tiene quien le escriba". Es-Crivelli. Es la historia de un sábado a la tarde que arrancó con un debut poco pensado. 2-0 abajo no es para nada un buen mojón en un comienzo. Pero después del 2-2 final, de haber tapado algunas pelotas interesantes, de haber llegado a la definición por penales para dirimir la Copa Desafío Canal 12, atajar el último y anotar el definitorio ya puso a Fede en ese sitial de confianza por parte del hincha. "Fue un partido raro. No veníamos bien y en dos jugadas pudimos empatarlo, después la definición por penales, es un partido aparte. Hicimos varias cosas interesantes y cosas que hay que mejorar mucho", expresó Crivelli al término del juego, copa y saludos en mano ya. Las circunstancias lo pusieron en el centro de la escena. Las cosas que tiene el bendito fútbol cuando vas perdiendo, poder empatar y arrebatar un trofeo como si nada, no cualquiera lo puede cumplir, mucho más cuando los ojos se direccionan a las manos del 1.

Loco, casi loco. Se hablaba de que pateaba penales y tiros libres. Ya en el 2-2 de la T (Martinelli directo desde la medialuna) se fue hasta la mitad de la cancha y miró hacia el banco de suplentes. No vio señales y se quedó. Antes, en un tiro penal que había anotado Aranda, menos intentó asomar. Pero con el empate en los 90, pidió que lo anotaran en la lista de ejecutores. Y era el quinto. Ya le habían hecho dos. Arañando por un pelito había volado. Después lo bendijo Rébola tirándola a cualquier lado. El que siguió fue una estirada de hombre de goma sacando la bola de un ángulo. Y encima, al final, mano a mano con el Loco Carranza como para ponerle el moño a una tarde limpia y blanca bien planchada. El cuello no le ajustó demasiado y disparó, cual soldado. Salió pólvora desde su botín y corrió con brazos de pájaro, haciendo un avioncito para que lo siguieran sus compañeros. "No me esperaba un debut así. Se dio, estoy contento, tranquilo. Pero hay que tener los pies sobre la tierra. No se ganó nada, sólo un partido. Pasó de todo hoy (por ayer). Salió todo bien, gracias a Dios", agregó el flaco Crivelli después del triunfo.

La imagen devuelve otra vez a ese último penal. La pelota es enorme en la imagen y al fondo el arquero, chiquito, fuera de foco. Patea Crivelli, toma distancia y fusila. Sale pólvora de ese botín. Talleres tiene quién le esCrivelli. Es la historia de la tarde, esa de los más lindos cuentos de fútbol.

En cuanto al partido contra Instituto, expresó: "Lo del clásico era muy importante en lo anímico porque siempre es importante ganar. Nos falta trabajo. Minutos de conocimiento mutuo. Además, nos está faltando juego. De aquí en más deberemos buscar otras cosas. Nosotros sabemos cuáles son nuestras limitaciones en este momento. Tenemos que ser realistas y saber en qué etapa estamos. Tuvimos el coraje de no bajar los brazos nunca aunque Instituto era superior".

250 mil pesos recaudados. Desde Talleres aseguraron anoche que de este monto, en la sede del club se recaudaron 50 mil pesos y ayer 150 mil en la boletería albiazul