La T estaba liquidada y perdía 2-0 con Central Córdoba, en Santiago del Estero. Pero reaccionó a tiempo y con mucho esfuerzo llegó al empate.

La batalla de Santiago. Contra el calor, el agobio. Contra la semana que pasó y en la que sólo los hinchas locales entraron a la cancha. Y allí, en un estadio hostil por todo, la gente, la contra del calorón, la desgastante fajina que implica esta categoría, Talleres saltó a la arena a pelear por mucho más que seguir con vida. Todos le juegan a muerte en este torneo y su anfitrión no fue la excepción. A la T le terminó sentando mejor un empate casi heroico. Tras ir perdiendo 2-0, a fuerza y corazón, se acomodó mejor al final y evitó la humillación de la derrota. Para el 2-2 final, está claro que la necesidad fue la variable de uno y otro. A la T le sentó mejor el punto y sigue en zona de clasificación, como único escolta en la Zona 3 a falta de un partido.

Bolas de fuego. De ida y vuelta, como si el calor les hubiera aceitado los engranajes, Talleres salió dispuesto a sacarse ese mote de que afuera de Córdoba las causas son imposibles. Al arranque fueron solo intentos sobre el primer cuarto de hora. Albarracín era el que por la izquierda molestaba a un Cosaro que no hacía pie. El local intentaba sorprender. Había vértigo en el juego, pero no resolución, tampoco profundidad. Salían como resortes los santiagueños por las bandas. Hasta los 20 nadie paraba la pelota, nadie proponía un juego franco. Los errores de la T en el fondo fueron advertidos. A los 21 minutos Darwin Barreto se encontró mano a mano con Giordano, luego de que Lussenhoff no pudiera parar a Sáez que metió una diagonal corta. Barreto eligió el palo más lejano del 1 albiazul. Era el 1-0 de Central Córdoba. Luego, Agustín Díaz intentó con un remate defectuoso. Se sintió con más confianza el local y aprovechó los desacoples del trío Lussenhoff-Cosaro-Galíndez. La T padeció otra vez de un pase en diagonal y por un desborde de Contreras, Giordano salió a tapar el primer palo. Con la pelota por el aire y con el arco libre fue Sáez el que ganó en el salto y Monay, en la línea de portería, sacó el balón ya de adentro. El juez fue advertido por el línea y marcó el 2-0. Encima Monay cayó sobre su codo derecho y no pudo más (luxación, para un mes de recuperación). Juan Galarraga entró en su lugar.

A Talleres, esa clasificación mentada se la llevaba el vapor de la tarde. De todos modos, hacia el final, la T emparejó el trámite pero carecía de punch. Talleres tuvo más llegada por el costado de Navarro en el medio campo. Pereyra empujaba también. Ya en el descuento, un tiro libre que ejecutó Anívole fue manoteado en el aire por Montenegro y el balón se estrelló en el palo. Justo estaba Moreira Aldana y puso el 1-2, a los 48. Los fantasmas de una tarde que se avecinaba muy negra, tuvo una brisita momentánea.

Golpe de timón. Había que cambiar de alguna manera. El DT Saporiti se la jugó con un delantero más. Cristian Basualdo dejó el campo al inicio del complemento e ingresó Julio Cuello. Con esto, pasó a un dibujo 3-3-1-3. Ya a los 10 se contabilizaban un cabezazo de Moreira, débil y un remate de Cuello. También había riesgo en el arco propio y era el precio a pagar. Pero precio no es lo mismo que valor. ¿Y cuánto vale tanto riesgo? Depende de lo que resulte. Y a Talleres le resultó de un valor incalculable. Tras un tiro libre desaprovechado por el local, la contra salió con Pereyra. Julio Cuello, en el camino, vio como se proyectaba Anívole. El Pocho, a lo Ronaldo llegó con la puntita del botín y clavó un golazo para el 2-2, a los 20, para soñar con sacarse el estigma de visitante y clasificar.

De allí en más la resistencia se apuntaló con el ingreso de Arce por Pereyra. Central no soportaba que el gigante del Argentino se despertara. Pero el Matador tuvo más aplomo.

Giordano tuvo que bajar varios balones. Al límite, las contras del Ferroviario lastimaban y Talleres terminaba padeciendo. Aunque también era piña va, piña viene. Contreras remató por arriba y Giordano hizo vista que congeló la imagen. Era gol a los 40. Con tinte dramático terminaron con el corazón en la boca. Con mucha precariedad el árbitro (de muchas fallas técnicas) ignoró un penal a Díaz en área santiagueña.

Luego Lussenhoff tapó una bomba a los 41 en el otro arco. Sobre los 45 era gol, era gol el de Moreira. Pero el remate fue apenas desviado al córner por arquero Montenegro. El empate fue un premio justo para el local que supo lastimar a tiempo y para un visitante que se puso el overol, y logró lavar con mucho esfuerzo sus errores del primer tiempo.

Al menos, después de la batalla de Santiago, la T está en zona de clasificación esperando por Antoniana, su última contienda.