Saúl Silvestre, el mismo juez que administra la quiebra de Belgrano, fue sorteado (o nominado) para que lleve de ahora en más las riendas de Talleres. Tendrá así dos “grandes quiebras”, como se le llama a importantes empresas o asociaciones civiles en ámbitos judiciales.

Silvestre puede encaminar el mundo albiazul desde lo suyo, pues puede mostrar como pergamino haber tenido una labor no intachable pero sí fructífera al mando de Belgrano. A su favor cuenta también que la mediatización que hizo Carlos Tale de la causa no es su fuerte. No le gusta. En cuatro años al frente de Belgrano, solamente LA MAÑANA y un medio colega pudieron –-y una vez nomás- conocer lo que piensa.

Sin embargo, logró bajarle el martillo a las ventas de Mario Bolatti, Andrés Ríos y Germán Montoya, las tres transferencias (de las cinco que hubo) que más dolores de cabeza le trajeron a Armando Pérez.

Con esas ventas fiscalizó el pago a todos los acreedores privilegiados, supervisando la labor de las administraciones del órgano fiduciario que no necesitó de un tercer integrante tras la salida de José Rufeil, puesto que quedó conformado solamente por el abogado Fabián Barberá y el contador Marcelo Badra.

Ha tenido vaivenes con Pérez pero ambos supieron manejarse en pos de no generar un problema. Es más, hasta le dio la derecha al gerenciador al dejar sin su lugar a Rufeil, el fiduciario más crítico de la labor de Pérez en Córdoba Celeste.

En el debe le queda explicar cómo es que se le “escapó” Diego Novaretti. Porque Novaretti se “fugó” como en su momento lo hizo el “Pulga” Ríos pero el primero no regresó como éste para dar los motivos de su salida sin el consentimiento general.

No obstante, Silvestre ha manejado Belgrano desde la tranquilidad, sin el ruido que provocó y sigue provocando Talleres en todos lados. Habrá que ver si el magistrado se compatibiliza con la causa “tallarín” porque va a lidiar con todos los grupos que denostaron a Carlos Tale y que ansían poder de decisión.