Bien valdría preguntarse, con el resultado puesto, si las diferencias futbolísticas entre Talleres y Racing son tan marcadas como las que quedaron expuestas en el clásico de ayer, en el Estadio Córdoba.

Seguramente no, porque ni el Albiazul es el Barcelona ni la Academia la pobre expresión colectiva que exhibió. Lo que sucedió es que la “T” tuvo pasajes de fútbol elaborado y bien jugado a partir de un enganche como Agustín Díaz, que es viveza, picardía e inteligencia en acto. Y Racing no pudo disimular la ausencia de Mauro Velárdez, quien dota al equipo de la pausa, el orden y la transición ofensiva que la Academia ayer no tuvo.

Está claro que un equipo debe tener variantes para suplir la ausencia de un jugador, pero las que ideó ayer Alejandro Cánova no funcionaron. Ni con Verón como doble “5” adelantado ni con la dupla Rivadero-Méndez, que defeccionó cuando se trató de aportar sorpresa por afuera.

Por el contrario, Talleres tuvo en Ramiro Pereyra un reemplazante adecuado para Moreira Aldana y a Solferino inspirado, con los resultados que quedaron a la vista.

De prepo. Talleres prepeó a Racing, lo asfixió, propuso el juego cerca de Rubén Del Olmo y sólo la pericia del veterano arquero impidió que la “T” no se pusiera en ventaja antes.

Cóctel explosivo. Ese planteo propició la aparición de errores graves en la zaga académica, como el que generó el golazo de Agustín Díaz. La combinación entre falta de fútbol, desorden y pifias fue un cóctel explosivo para Racing, que Talleres le facturó de manera impiadosa.

En el clásico de las necesidades, y aunque en el fútbol todo puede resultar provisorio, Talleres salió del fondo y Racing tocó fondo, como bien expresó su entrenador.