El partido se le abrió rápido a Talleres, pero el equipo albiazul no lo supo liquidar cuando tenía todo a favor para hacerlo y por eso ayer el público terminó viendo otra película de suspenso en la Boutique de barrio Jardín.

Cuando no le dan pelota... Después del gol que Cobelli marcó a los 9 minutos, y de un par de situaciones claras que dispuso para aumentar el marcador, la "T" empezó a resignar la posesión de la pelota, y ahí comenzó su calvario. Ya se sabe todo lo que le cuesta al equipo de Humberto Grondona manejarse sin el balón en su poder. Aunque esta vez no hubo persecuciones en defensa y el DT albiazul armó un dibujo más clásico (con cuatro atrás), los problemas se dieron, como siempre, cuando Lussenhoff debió adelantarse para apagar los incendios. Las espaldas de Serrizuela fueron una zona liberada para los volantes de la CAI, y el primer síntoma de los dolores de cabeza que sufrió ayer el fondo tallerista.

Extrañó a los armadores. Para colmo, no había muchas ideas a la hora de imaginar cómo hacer para que la pelota les llegara más o menos ovalada a Cobelli y Salmerón. No hubo sorpresas por los costados (apenas insinuaciones de Esquivel, algo de un discontinuo Quiroga y muy poquito de un Buffarini demasiado pendiente de Rolle) y mucho menos agilidad y precisión en Robert. Es que el enganche de la "T" volvió a mostrarse como un individualista en exceso, que intenta hacerla linda antes que bien y que termina frenando los ataques de su equipo e irritando a la gente. Sin la pelota en la mayor parte del partido, y sin recursos para manejarla cuando la tenía en su poder (se extrañó en demasía a Zermattén y Wilchez), Talleres volvió a apostar a su temperamento. Sin muchas variantes para el recambio, Grondona hizo lo que pudo. Acertó cuando metió a Céliz por Robert y armó el "doble 5". A esa altura, el dilema ya no era cómo aprovechar el jugador de más. Era aguantar el 1 a 0.