La historia cambió cuando la adversidad le hizo ver a Talleres que ya no tenía sentido seguir jugando el partido priorizando lo que hacía o lo que dejaba de hacer el rival, como si el partido se jugara en algún reducto lejano y no en la Boutique. Humberto Grondona se tomó tan en serio el papel de "Celestino" –así se definió tras su decisiva actuación en el armado del nuevo cuerpo técnico del seleccionado nacional–, que se gastó gran parte de la semana previa al partido con Independiente Rivadavia armando "parejitas". Báez, con Tonelotto; Basualdo, con Gómez; Stang, con Ortega; Esquivel, con Buján; Quiroga, con Negri. Semejante celo en marcar a los buenos, y no tan buenos, de "la Lepra" pareció un exceso. Y, lo que es peor, casi le hace olvidar a la "T" de que la otra parte de este juego es atacar.

En los pies de Wilchez. Con las prioridades invertidas, Talleres dejó en los pies de su enganche todo intento ofensivo, y no le alcanzó. Más allá de que Zermattén trataba de hacer diferencia con sus precisos lanzamientos, y del buen trabajo que, con y sin pelota, hicieron los delanteros Cobelli y Salmerón. No hubo juego asociado por los costados, y a eso el equipo lo sintió. Como muestra, un botón: las 10 posiciones adelantadas que les cobraron a los futbolistas locales.

Parejas desparejas. Si Talleres sufrió fue porque hubo parejas desparejas cuando el pizarrón cobró vida en el césped de barrio Jardín. Stang lo perdió seguido al "Burrito" y Esquivel, en su intento por relevarlo, dejó más de una vez el espacio vacío para las escapadas de Buján. La persecución de los dos stoppers, que ganaron y perdieron, también le crearon más de un problema a Lussenhoff, el líbero de la "T". En medio de tanta persecuta, "el Colorado" no podía con su alma tratando de corregir algunos desacolpes, sobre todo en tres cuartos de cancha, detrás del círculo central. Algo empezó a cambiar con el ingreso de Buffarini, a los 18 minutos del segundo tiempo. Recién ahí Talleres comenzó a mostrar una mayor preocupación por la generación de juego. En eso estaba la "T", tratando de mejorar, cuando Gómez marcó el 2-1 y pareció sumergirlo otra vez en la confusión.

La hora de los divorcios. Con la ventaja a su favor y 24 minutos (más el descuento) por jugarse, el DT de los mendocinos cayó en la tentación de tirar el equipo para atrás. "Humbertito" lo leyó bien, y desarmó las parejas. Sólo dejó una, y más atrás: Stang-Ortega. Después hizo la de siempre: amontonó gente arriba y lo ganó "de prepo".