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Insúa no pudo terminar el año con una sonrisa. Con él, Talleres cosechó dos triunfos, dos empates y cuatro derrotas. Foto: LaVoz.

Hugo García

Rosario. No hay nada peor en el fútbol que una ilusión que se destroza. La nueva derrota de Talleres –en este caso, 0-2 ante Tiro Federal de Rosario– generó en Rubén Darío Insúa la necesidad de dar a conocer el diagnóstico que se sospechaba, pero que en boca del DT adquiere una fuerza y una credibilidad inigualables. Porque viene desde adentro.

“Hay que pensar en el promedio, y después en ver qué pasa”, dijo “el Gallego” (ver Insúa, ¿con base o sin base?). Nadie debe morirse, ni rasgarse las vestiduras, ahora que ya se sabe para qué estará Talleres en el semestre que se avecina.

Ahora bien, ¿tan mala fue la actuación del equipo para que el DT diera a conocer ayer mismo los nuevos objetivos albiazules? No. La derrota con Tiro no fue peor que otras. Es más, quizá haya tenido los atenuantes de que el arquero Cárdenas fue figura y de que Rimoldi y Azcurra pegaron un tiro en el palo cada uno. Lo que pasó fue lo de siempre, parafraseando a Borghello, otro de los que hizo autocrítica de verdad.

La historia de nunca acabar. Talleres “esperó” a que Tiro –un equipo “humilde”, según la definición de su propio técnico, José María Bianco– le mojara la oreja. Carnero, un ex Belgrano, le marcó el gol a los 33 minutos, en una de las tantas distracciones del conjunto cordobés. En ese caso, Carnero llegó solo y su remate fue tapado in extremis por Álvarez. Y como nadie fue capaz de sacarla, el propio ex Belgrano la mandó adentro.

Hasta ese momento, Talleres se había descubierto por la izquierda (Galíndez se lesionó apenas arrancó el juego y jugó casi 20 minutos disminuido); por el medio, porque Carnero se había mandado dos veces e espaldas de los volantes centrales; y por el otro costado, donde Garnier hería con sus diagonales.

Después, Talleres dispuso de la pelota y el terreno de juego. Generó situaciones como nunca, pero Cuevas y Borghello se toparon con un inspiradísimo Cárdenas (sacó cuatro pelotas de gol) y cierto nerviosismo a la hora de definir. Además, los palos le jugaron en contra. Y al final, de tanto errar, Tiro le hizo la última factura: Armani, con su casi 1,90, se mandó en diagonal al área, recibió libre de marcas el pase de Menicocci, dejó en el camino a Brasca y, a los 39 minutos, marcó el 2-0 final.