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Iván Borghello, de discreta actuación, intenta progresar. Chacarita ganó 2-1.

En el debut de Insúa, Talleres cayó sin atenuantes 2-1 frente a Chacarita. Expulsaron a Buffarini y Grosso evitó la goleada.

Nadie esperaba que Talleres fuera un poema por el solo hecho de que su nuevo entrenador se llamara Rubén Darío... Insúa. Pero el relevo de Salvador Capitano y la aparición de una cara nueva, alimentaba la expectativa de que los jugadores se descomprimieran y encontraran nuevas motivaciones para sacar lo mejor de sí, para dignificar la la causa albiazul.

Nada de eso pasó y el primer Talleres de Insúa no tuvo las rimas futbolísticas que esperaba su autor. Peor aún. No hubo atenuantes para el 2-1 con el que le ganó Chacarita. Es más, el equipo pudo terminar goleado, de no ser por las tapadas de Grosso y las 20 mil personas que se llegaron hasta el Chateau –en el que Talleres venía bien de local–, se fueron preguntando cuánto durará Insúa en el cargo que acaba de asumir.

El remanido concepto del protagonismo albiazul debe entenderse desde un trabajo pensado, serio y a largo plazo. Pretender que después de cuatro prácticas con un nuevo entrenador, salga el mejor de los Talleres no tiene razón de ser. Entre lo que quería Insúa, lo que buscaban los jugadores y lo que pedía la gente, salió, nuevamente, la peor de la versiones, igualita a la que terminó con la salida de Capitano.

Milla y Figueroa. Talleres padeció los problemas de siempre. Salió a ser protagonista, pero careció de fútbol. Juntó a Dolci, Quiroga, Rivas, Borghello, porque se creyó que Chacarita saldría a esperar, aunque hubo poca claridad y menos sociedades futbolísticas. Puso al goleador Cuevas, como referencia en el área, y terminó recostado sobre las puntas o bajando demasiado porque no le daban una.

La única herramienta para vulnerar a Chacarita era apostar a las apariciones de Buffarini y Quiroga, por las bandas. Pero, al sistematizar sus escaladas, estaban obligados a resolver con una precisión y una velocidad propias de un jugador fuera de serie. ¿La pausa de Rivas? Sintió su falta de oficio como enganche y se perdió.

Con un Talleres limitado, en ataque, y confiado, en el fondo, porque no lo habían atacado, Chacarita hizo su propia lectura del juego y se creyó con derecho a reclamar por algo más que un empate.

Apostó un pleno a la dupla Milla-Figueroa. Pelota que se recuperaba, se movía de un lado a otro hasta ubicar al delantero o al volante. A los 29 minutos de juego, Trullet (ex Talleres) descubrió a Milla entre Gill y Buffarini (los de menor porte físico) y le tiró un centro a medida que el goleador conectó a la red. Penta también se le animó al fondo albiazul y debió intervenir Grosso para evitar el segundo.

Una ilusión. Talleres pudo salir de sus problemas a los 12 minutos del complemento. El gol de Cuevas, fue el primer y único encuentro con Borghello cuya mejor jugada fue un remate al travesaño, minutos antes del empate. ¿Cambiaba la historia? No. Talleres dejó pasar su chance. Alcaraz recibió una sobre la izquierda y se animó. El lateral pasó a dos jugadores y batió a Grosso: 2-1 a los 20 minutos.

Encima, ahí nomás, se fue expulsado Buffarini por doble amonestación y "Chaca" se preparó para golear. Entraron los "rapiditos" Ponce y Alustiza para desequilibrar en el mano a mano, y cuatro salvadas de Grosso y un gol mal anulado a Gallardo (fuera de juego inexistente) dejaron el partido 2-1. Pero, perdido, Talleres no supo aprovechar ni siquiera eso.