Gustavo Veiga

El torneo debe jugarse sin hinchas visitantes. Pero ayer había hinchas de la "T".

Buenos Aires. Se hicieron notar a las puertas del vestuario de Talleres en la cancha de Quilmes. Mezclados con los periodistas y algunos curiosos. Era imposible no darse cuenta de su presencia. Camisetas del equipo "cervecero" (que, casualmente, combina los colores azul y blanco), gorritas de Talleres, 30 años de edad promedio, rostros curtidos por el sol y una actitud pasiva, aunque vigilante, como a la expectativa de todo.

Unos 20 integrantes de La Fiel, hoy por hoy la fracción mayoritaria dentro de la barra de Talleres, habían conseguido violar la disposición que prohíbe la presencia de hinchas visitantes en los partidos de la B Nacional. Todo indica que ayer consiguieron entrar gracias a su amistad con los hinchas de Quilmes local y a un ineficiente operativo policial.

Al pasar, hicieron oír la advertencia dirigida hacia uno de los periodistas de La Voz del Interior: "Tené cuidado con lo que escribís"... Fue en un medio tono, como para "marcar la cancha". Al punto que el destinatario, sumergido en su tarea periodística, completó la frase cuando la chequeó con otros colegas y le aclararon qué le habían dicho.

A esa altura, Carlos Granero, el presidente de la gerenciadora de la "T", dialogaba con Roberto Oste en el amplio camarín asignado al club cordobés.

Prudente, se tomó su tiempo para salir y cuando este diario lo consultó por tan inquietantes presencias, sólo atinó a responder: "Yo no tengo nada que ver. No hay entradas de protocolo y si traigo amigos a una cancha me hacen entregar una lista".

En ese marco, mientras salían uno por uno los jugadores y el entrenador Salvador Capitano se detenía detrás de ellos para dialogar con la prensa, los barrabravas de La Fiel se mantuvieron a cierta distancia. Integraban lo que parecía ser una delegación más. Y la escasez de policías bonaerenses -había sólo un par-, redondeaba una escena que, no por curiosa, dejaba de ser patética.

Habrían llegado en ómnibus y se ubicaron en la cabecera sur del estadio. Para el público local, pasaron inadvertidos con sus camisetas blancas y el escudo de Quilmes sobre el pecho. Pero tuvieron que darse una vuelta por el vestuario para que cualquiera se diera cuenta de su visita. Incluidos, por supuesto, los periodistas. Los mismos que ahora describimos cómo hicieron para salirse con la suya.