La “T”, con varios cambios, tuvo una mala actuación colectiva e individual y Central Córdoba le ganó 2-1 ayer sin discusión.

Así como tantas veces recibió elogios y bien merecidos por sus aciertos, a la luz de lo sucedido ayer, en Santiago del Estero, al DT de Talleres, Alexander Medina, el tablero se le dio vuelta.

El 1-2 de ayer con Central Córdoba no duele tanto por el resultado como por el modo en que se desdibujó el perfil de su equipo en el primer tiempo, en el que lució irreconocible respecto del triunfo sobre Arsenal y el primer tiempo ante Newell’s.

Por distintos motivos, “el Cacique” entendió que, con una seguidilla de tres partidos en seis días y con Boca en el horizonte, el domingo era necesario cambiar casi medio equipo para tener uno con más oxígeno para un partido que pensaba sería largo y para el que precisaba piernas menos gastadas. Pero las cinco variantes que introdujo le descompaginaron la estructura y lo pagó con una caída que, a principios de torneo, no lo complica en lo numérico, pero sí, quizá, puertas adentro.

Si precisaba mover tanto el edificio para demostrarle a Andrés Fassi que la necesidad de sumar refuerzos de jerarquía a su plantel es imperiosa, la jugada, sin duda, le salió mal y deberá asumir una autocrítica sincera y reflexiva. Y si no fue así y sólo se trató de una decisión errada que, como cualquier entrenador, la puede tener, tendrá que asumir que lo mostrado por Talleres ayer en el Madre de Ciudades, con mayor énfasis en el primer tiempo, estuvo en las antípodas del perfil futbolístico al que nos tiene acostumbrado su equipo. Y al primero que debe sacudirlo es a él, porque lo exhibido ayer por Talleres debe haber ofendido su buen gusto.

Caerle sólo a Juan Cruz Komar por el grueso error que cometió en el primer gol del elenco dirigido por “el Sapo” Coleoni y explicar la derrota a partir de ese infortunado tanto en contra, cuando arrancaba el partido, sería limitar un análisis que debe ser más profundo. Komar venía de un largo tiempo sin jugar, falló en varias salidas y hasta casi le sirve el segundo gol a Giménez antes del empate parcial de Enzo Díaz, pero todo el equipo falló ayer. En lo colectivo, en lo individual y en todas sus líneas. Y si lo que Medina quiso con tantos cambios fue no perder intensidad, pasó lo contrario, porque la lentitud de movimientos fue la constante.

En el primer tiempo, la “T” tuvo una posesión improductiva de la pelota, le costó recuperarla y no supo qué hacer con ella. Le presionaron con facilidad la salida, se equivocó mucho atrás al querer salir jugando, fue impreciso cuando atacó y no generó una idea creativa. Y de tres cuartos de cancha en adelante estuvo lento, sin pase rápido ni verticalidad para llegar al arco rival, no tuvo juego entre líneas, los receptores brillaron por su ausencia y el arquero Mehring fue un espectador de lujo porque Talleres no pateó al arco.

Con el 1-0 en contra, la “T” afrontó el complemento con otra mentalidad y mayor atrevimiento. Y si bien no ejerció una presión insoportable sobre el fondo local, luchó el partido y logró la igualdad por medio de una guapeada de Enzo Díaz, tras un buen tiro libre de Auzqui.

Central Córdoba había generado situaciones para liquidar todo, pero se demoró y así le dio vida a la “T”. Pero se quedó ahí. El Ferroviario lo volvió a prepear sobre el final y le ganó en tiempo de descuento: remate desde 35 metros de Jonathan Bay, Herrera dio un mal rebote, llegó Bettini, asistió a Giménez y adentro.

El fútbol es tan extraño e imprevisible que, quién dice, Talleres se metamorfosea y el domingo le gana a Boca, algo que ya logró de la mano de Medina. Pero está más que claro que para hacerlo deberá volver rápido a las fuentes para borrar esa imagen de equipo vacío que dejó en Santiago.