El joven central de Talleres se crió en la villa, como Diego. Unos pocos años atrás, sufrió los efectos de la pobreza y la inseguridad. Hoy vive un presente feliz y le agradece a River, el club...

El pasado domingo, el defensor Facundo Medina tuvo un partido de alto vuelo en la victoria de Talleres en el Monumental de Núñez 1-0 contra River, el club desde el que llegó a la “T” y en el que hizo una parte de sus inferiores. Una institución que lleva adherida en su corazón y al que le está eternamente agradecido.

Tanto que cuando terminó el encuentro y con todas cámaras rodeándolo, se quebró y, casi entre lágrimas, dijo: “Le estoy muy agradecido a la institución. Más allá de que me haya ido, siempre le estaré agradecido. Me sacaron de la villa, me formaron como persona y eso tiene mucho valor para mí”. Hoy, con apenas 20 años, con un presente de selección argentina Sub 20 y consolidándose en la “T” en Primera, la vida le sonríe. Pero unos pocos años atrás, la pasó mal.

Es de Villa Fiorito, del suburbio de Lomas de Zamora, del asentamiento pegado a la estación ferroviaria desde el que se proyectó nada menos que Diego Maradona. Y como el “10”, a quien desea conocer y todavía no pudo, tiene por detrás una historia de privaciones, que le relató ayer a Mundo D.

“Hice las infantiles en Lanús, club en el que fiché por dos años, pero estuve uno. Era una zona medio picante, robaban mucho. Tenía apenas 11 años. Me tomaba un bondi hasta la estación, solo, y después caminaba siete cuadras hasta la cancha. Mi mamá se preocupaba mucho por lo que podía pasarme y entonces decidí dejar Lanús y jugar al baby. Después se juntó con mi padrastro, que me empezó a llevar al baby”, comenzó recordando “Facu”.

–¿Y qué pasó después?

–En uno de esos partidos me vio la gente de River y me consiguió una prueba. Tenía casi 13 años. Me probé en la prenovena y quedé, pero teníamos una situación económica dura, la plata no alcanzaba. Mi mamá y mi padrastro laburaban, pero sólo podían darme para el boleto o algún otro gastito. Me levantaba a las 4 de la mañana, salía del barrio acompañado por mi mamá hasta la parada y me tomaba el bondi hasta Núñez. El colectivo se metía en la villa y me acercaba hasta el Puente de la Noria. Y de ahí para Núñez.

–¿Cómo arrancaste en River?

–Estuve en prenovena y novena. Me seguía manejando en bondi. Tenía 14 años, pero la situación en la villa se ponía cada vez más áspera. En el Puente de la Noria me robaban las monedas que llevaba para el bondi, el celular y hasta la mochila con los botines... mi mamá se cansó de eso y decidió hablar con los dirigentes de River. Yo me estaba afianzando como jugador. Me ayudaron, me pusieron un psicólogo y decidieron meterme en la pensión y en el colegio del club. Fue un cambio grande. Tuve problemas en el cole, me mandé cagadas pesadas... pero más allá de eso, River siempre vio mi lado futbolístico. Y en un club tan grande en el que se prueban miles de pibes, que me hayan seguido sosteniendo es para agradecerles siempre.

–¿Qué más te dio ese club?

–En River aprendí a compartir con un compañero, remarla con chicos del interior, me dieron vivienda, ropa y un viático para mi familia, que también pasaba necesidad. No puedo más que agradecerlo. Gracias a Dios ahora tengo a mi familia acá en Córdoba, a mi mamá y a mis hermanos, se vinieron. Soy muy familiero, tengo tres hermanos más chicos y mi mamá tiene nueve hermanos más, una familia numerosa. Por eso disfruto tanto lo que estoy viviendo.

–¿Querías irte de River?

–Uno se plantea eso en el momento. No me arrepiento de haber tomado esa decisión. No estaba en el plantel superior cuando vine a Talleres, con 18 años, aunque ya me habían convocado a la selección. Fue un reto nuevo. Lo estoy disfrutando y creo que tengo mucho para darle todavía.

¿Deseás conocerlo a Diego?

–Claro que sí, ojalá pueda conocerlo. Es un sueño. ¿Quién no va querer conocer a Maradona? Pero yo sé que hoy tengo que laburar mucho para que eso se dé.