Rosario de Santa Fe y San Martín, un lugar con mucha historia... y tinte albiazul.

La primera impresión es la que cuenta, suele decir la cultura popular para graficar que lo que impacta de entrada, suele tener un peso decisivo.

Algo de eso intuyó Félix Curtino, presidente de Talleres en cinco períodos alternados entre 1951 y 1964, quien vio la necesidad de expansión del club para enclavarse a la vista de todos, sin perder por ello la identidad con el barrio Jardín, sede de su campo deportivo.

Don Félix fue visionario en tiempos de austeridad, con las instituciones peleando la subsistencia en el día a día, puso el esfuerzo en alquilar un local de lujo para orgullo del club: la sede social de Rosario de Santa Fe 11.

El tradicional inmueble tiene hoy “rango de embajada albiazul” en el corazón de la ciudad. “Colmando una aspiración de sus asociados, Talleres ha encarado la instalación de su sede social en pleno centro, frente a la plaza San Martín”, decía el comunicado emitido por el club pocos días antes de cortar las cintas, el 1º de octubre de 1952, y adueñarse de la visibilidad de una esquina neurálgica de la Docta. “Verla cómo está ahora, recuperada, me emociona. Tenía 6 años cuando la inauguraron y estuve en ese acto de apertura. Por varios años fue mi segunda casa”, recuerda hoy Rubén Curtino, hijo del extitular.

La disposición del espacio distaba mucho de ser la actual. “Estaba en el primer piso, pero acercándose al lado del Obispo Mercadillo. Era una sede donde uno venía a sentarse a tomar algo o jugar a los naipes”, recuerda Rubén, hoy con 72 años.

La esquina de Rosario de Santa Fe y San Martín no era un rincón cualquiera de la ciudad. Allí, desde 1882 y durante varias décadas, había funcionado la Confitería del Plata, lugar de encuentro obligado de las familias más acomodadas, y por donde desfilaron los personajes más célebres de la primera mitad del siglo pasado.

El local, adornado con muebles estilo Luis XV, llegó a tener dos salones de fiesta con capacidad para mil personas y hasta un cine, donde los cordobeses pudieron ver, en diferido claro, la pelea entre Firpo y Dempsey, en 1923. Entre sus visitantes ilustres se contó a Carlos Gardel, al propio Firpo y a la promocionada bailarina afro estadounidense Josephine Baker.

El 17 de octubre de 1942, un voraz incendio consumió el edificio, que luego fue demolido. En las tareas de recuperación, y mientras se hacían los nuevos cimientos, se realizó un hallazgo sorprendente: una galería subterránea que comunicaba a la casa del Obispo Mercadillo. Allí se encontraron restos humanos del siglo 18 que, según se especuló en aquellos días, eran de presos ajusticiados. Tras su refacción, la confitería y el club convivieron en vecindad durante años, lo mismo que la panadería Pan de Azúcar y un bowling en la época de furor de los juegos bajo techo. En 1978, con lo ingresado por la transferencia de Humberto Bravo al París FC (500 mil dólares), Amadeo Nuccetelli encaró la compra definitiva del inmueble.

Miguel Cavatorta, director de comunicación institucional de Talleres, destaca: “La sede, recuperada y puesta en valor, es un espacio privilegiado de servicio al socio. Cuenta con 12 puestos de atención. La exhibición de la Copa Conmebol más los botines de Ramis y Guiñazú protagonistas de los últimos ascensos es un espacio de reconocimiento y orgullo para el desafío de respetar la historia y seguir creciendo”, agrega.

Rosario de Santa Fe y San Martín, una esquina con mucha historia. Y tinte albiazul.