Miguel Ángel Oviedo, campeón del mundo en el ’78, hoy es guardia del Polideportivo Cerutti. Custodia el ingreso de los entrenamientos de Atenas. “A veces para un taxi y me saluda, pero pocos me reconocen”, admite.

Si usted camina desconcentrado por barrio San Martín, en la cuadra del Polideportivo Municipal Carlos Cerutti, no se sorprenda si cada tanto frena un auto, pone balizas, hace una consulta desde la reja y el portón, se saca una foto con el guardia y sigue su recorrido, como mostrando un trofeo con su celular.

Al contrario, ni siquiera pregunte si es él justamente la persona que usted supone que puede ser. Porque lo es. Resulta que un campeón del mundo trabaja en la guardia del recinto donde Atenas oficia de local en la Liga Nacional de Básquetbol, aunque pocos desconocen su gloriosa identidad. Miguel Ángel Oviedo formó parte del primer título de la Selección Argentina en mayores en el ’78, y ahora de 14 a 21 lo puede encontrar trabajando hasta de portero en el inmueble que depende de la Municipalidad de Córdoba.

“La verdad no me molesta que no me reconozcan. Hasta me da un poco de alivio a veces. Muchos jóvenes ni saben quién soy y nunca me vieron jugar, así que tampoco los juzgo. Yo tampoco soy de andar contando a todo el mundo que levanté la Copa del Mundo con la camiseta de la Selección. Siempre fui relajado, perfil bajo, y laburé como toda la vida. De lo que me toque, sin pedir privilegios a nadie”, le cuenta a PODIO la “Cata”, mientras un taxista hace sonar la bocina para saludarlo, después de mirarlo fijamente algunos segundos para confirmar su presunción. Hace 10 años que trabaja en la Municipalidad, ingresó en la gestión de Luis Juez.

“Mi vida fue el fútbol, soy un apasionado pero la vida no es una pelota solamente”, cuenta Oviedo, con la camisa de la Municipalidad, una lapicera con la cuál realiza sus crucigramas y el sudoku, otro juego que lo apasiona. Cada tanto un profesor lo saluda con la mano en alto. “La mayoría se cerciora de que soy yo, antes de venir a saludarme. Les da como vergüenza no reconocer quien soy. Y en realidad soy yo quien tiene vergüenza. Soy un tipo común, simple, sencillo. No ando por la vida contando que di la vuelta en el monumental ni que le ganamos a los holandeses”, describen la “Cata”, quien jugó unos minutos en aquel controvertida goleada ante los peruanos, en semifinales.

- ¿La gente viene a saludarlo?
- Pocos. En Atenas nunca nadie me reconoció. Ningún jugador, solo el presidente Felipe Lábaque. A veces algún padre me pregunta si soy la Cata y le cuenta a su hijo. Me sacan una foto y le firmo un papel, pero nada más. Y no me molesta, yo le huyo a esa exposición.

- ¿Por qué no siguió ligado al fútbol?
- Soy muy sensible. Muy. A Talleres no lo veo porque me pongo muy nervioso. Y a la Selección menos. De hecho tengo un carnet FIFA que me habilita el ingreso todas las canchas del mundo y nunca lo usé. Ni sé donde lo tengo guardado. Dirigí pocas veces. Incluso cuando dirigí en Oliva, por los nervios, empecé a fumar y se me pegó el vicio. Así que basta, vivo con tranquilidad con mi esposa. No tuve siempre carácter para eso y tampoco era mi vocación. Juego en el torneo del predio “Los Amigos”, aunque rara vez me quedo a comer el asado.Y cuando estoy en casa apago el celular así nadie me molesta.

- Pero tuvo un paso por Racing, se fue siendo escolta en la B Nacional 91-92...
- Eso tiene el fútbol. La cuestión era que y había arreglado y para traer a un arquero (Walter Bernabé) acordaron con un DT que lo traía con la condición de que después terminara dirigiendo él (Víctor Milanese Comisso). Así que me sacaron y listo. Me calenté pero ya pasó. Tuve grandes jugadores. De hecho yo hice debutar a Fernando Galetto. El “Gringo” estaba en la Cuarta, y en un entrenamiento con el plantel profesional nos pintó la cara.

- ¿Y en Talleres qué pasó?
- Otra decepción. Eran tiempos que Mario Ballarino coordinaba las inferiores. Y en ese tiempo muchos chicos jugaban intercolegiales y en inferiores al mismo tiempo. Hubo un partido contra Belgrano, perdimos porque teníamos a gran parte del plantel jugando intercolegiales. Vino “Pepe” Céliz y me dijo que me tenía que ir. Me dolió que el propio Ballarino no me haya comunicado eso él en persona y que mandara a otro. Tenía grandes pibes: Javier Pastore, Navarro, Cosaro...

- Pastore dijo en una nota que usted fue uno de los mejores entrenadores que tuvo.
- Qué linda noticia me estás dando. Yo le decía que no marcara a nadie, y que ni siguiera a la marca. Recuerdo que el “profe” lo retaba porque el “Flaco” era duro para hacer la parte física. No le gustaba entrenar sin pelota. Pero era un fuera de serie. Yo le daba libertad por todo el frente de ataque. La tenía atada. Tengo en la retina todavía un gol que hizo en la Boutique a San Lorenzo, por encima del arquero. Una delicia.

“Empecé de profesor en la escuelita municipal en Corral de Palos. Los chicos se me colgaban de los pies, parecía Papá Pitufo. Es que los padres a veces dejan en manos del profe toda la educación y no se hacen cargo. Si no estudian los chicos, el problema es de la familia, no del profe de fútbol. Eso me fue desgastando mucho”.

“No matamos a nadie”


La “Cata” recordó también el Mundial de 1978 y contó una anécdota sobre un caballo que se metió al predio de Ezeiza.

La ignorancia a veces mancha de ingratitud a aquellos héroes del ’78, al asociar al equipo de César Luis Menotti con la dictadura militar. Miguel Oviedo se mantiene al margen de esa polémica que considera “absurda”. “Fuimos a jugar al fútbol, no nos dieron armas para matar a nadie ni fuimos al frente de combate con los militares.

Teníamos un equipazo. ¿Y si la pelota en el palo de Rensembrink entraba? ¿Y si Muñante y Oblitas la mandaban adentro en los primeros minutos ante Perú? ¿Qué iban a decir? Eran tiempos bravos pero nosotros no nos enterábamos de nada”, explicó la “Cata”.

- ¿Tuvieron miedo en alguna ocasión?
- Sí, varias veces estábamos concentrados y se escuchaban disparos. Una vez se metió un caballo, cruzó el alambrado en Ezeiza y los milicos le dispararon con los fusiles. Lo mataron, pobre bicho. Recuerdo el cagazo que tenía el “Tolo” Gallego, ¡se escondió debajo de la cama!

-¿Sigue en contacto con algún compañero del Mundial?
- Con pocos. Con los de acá si, el “Cabezón” (Luis Galván) y la “Rana” (Valencia). De Buenos Aires me escribo con Daniel Killer, Rubén Galván, Mario Olguin, a veces con Osvaldo Tarantini.

- ¿Cómo la ve a la Selección Argentina?
- Está pagando un precio caro por la presión. Se va a recuperar. Los noté muy tensos contra Ecuador. Creo que le va a venir bien al equipo salir algunos partidos de Buenos Aires para recuperar confianza y un cambio de aire. Nos pasó a nosotros en el ’78: Tuvimos que jugar en Rosario y sacamos lo mejor de nosotros. A ese equipo le va a pasar lo mismo.

- ¿El hecho de que no juegue Messi, afecta?
- Y claro, pero es parte de un proceso psicológico. El hecho de levantar la cabeza y no poder darle la pelota al mejor del planeta. Argentina creó tanta dependencia de Messi que hoy no encuentra otra referencia. Tenemos material de sobra. (Gerardo) Martino ya va a encontrarle la vuelta, no tengo dudas.

“No me gusta usar la “chapa” de mi apellido y mi título mundial. Me incomoda. Una vez en un bar que no tenía lugar salió el dueño y retó a un mozo porque no me había reconocido cuando entré ni preparado una mesa improvisada para mí. Sacó unas sillas de un pasillo, me dio la suya y me sentó a comer. Son cosas que la verdad, no me gustan y no las disfruto. Le pedí perdón al mozo porque lo retaron culpa mía”.

“Una vez en el torneo de fútbol el hermano del periodista Fabián Torres me atajó un penal. Vino y me dijo que había cumplido una venganza, porque yo una vez le metí un gol a River en el Chateau y como él era fanático de River y de Fillol, sentía la necesidad de una revancha. Al otro penal, metí el gol y me dijo que quedábamos a mano (risas)”.

“Mario Kempes era un avión. Con ese loco no había forma de perder porque te encaraba y te pasaba por encima. Los holandeses se hartaron de pegarle patadas y no lo podían parar”.

Feliz por Talleres

“En Talleres me llamaron para el homenaje, me dieron la camiseta naranja y estoy agradecido. Pero la verdad, no voy a la cancha. Pero no es nada personal, me gusta estar cómodo. Yo sufro muchos los partidos”, comentó Miguel Oviedo, quien no es asiduo frecuente ni en la cancha ni en la sede. “Me puso contento y feliz el ascenso de Talleres”, añadió. “No vi todos los partidos, mucho no me gustaba como jugaba, pero no es un tema de Talleres, el fútbol argentino ha bajado su nivel. A veces veo la Liga de Campeones. Pero tampoco es que modifico mis planes para eso. Espero que Talleres vuelva pronto a jugar en Primera”.

Sudoku y Crucigramas, su otra pasión

Es prácticamente imposible ubicar a Miguel Oviedo en su casa. Afirma que apaga el teléfono celular cuando llega y pocos saben su número fijo. Es que optó como medicina terapéutica la intimidad de su familia. “Me despierto todos los días a las 10, le hago unos mates a mi mujer y me duermo una siesta a la 11. Almuerzo tipo 12.30 y me vengo a laburar. ¿Y sabés qué es lo que más me gusta? Hacer crucigramas. Ahí soy campeón. Y desde un tiempo me empecé a interiorizar en el Sudoku. Me va muy bien. No soy de ver mucha TV, a veces escucho radio... Pero mi refugio es mi familia”. Su hija conservar la camiseta 17 de la Selección argentina campeona, porque “Muchas veces me la piden algunos amigos y yo las regalo”. “Una vez vino el “Chocolate” Baley a contarme que un coleccionista ofrecía miles de dólares por nuestra colección de camisetas. Le dije que no las vendía por nada del mundo. Las tienen mis hijas”.