En versión pragmática. En el orden, Talleres encontró la eficacia que no logró a puro vértigo.

La merecida victoria ante el rival que aparecía como “el Cuco” del grupo tiene relevancia por sí sola. Sin embargo, Talleres sacó anoche una conclusión más importante, que deberá saber capitalizar en lo que queda del certamen para que el ascenso no se le escurra de las manos: para ganar no hace falta “llevarse puesto” al rival, por más que la “chapa” y las presiones lo lleven a eso.

Anoche, el Matador hizo lo que debió hacer hace rato: se plantó ante Juventud Antoniana con un respeto diferente, que le hizo encarar el partido de otra manera. Con Nicolás Schenone Paz en cancha, Rodrigo Burgos encontró el orden que se le reclamaba. Y, con otros tiempos y espacios, tuvo la precisión para lastimar con algún pelotazo punzante, como alternativa a lo que, por delante suyo, podía hacer el tridente Barrionuevo-Francia-Araujo.

Justamente, fue una gran pelota de Burgos la que le permitió al correntino Araujo tirar un centro de primera, para que Barrionuevo, de cabeza, pusiera el 1-0 en la primera llegada a fondo.

A esa altura, la “T” ya había perdido por lesión a Javier Velázquez, pero Eial Strahman entró muy fino y, en la primera fue tuvo, ratificó su buen momento: aprovechó una falla en la salida de la zaga salteña para puntear la pelota y, en un segundo toque, definir con un remate bajo y esquinado. Fue el 2-0 antes de la primera media hora de juego.

Lo de Juventud fue muy liviano durante todo el partido y, con la expulsión de Gustavo Balvorin (codazo a Schenone), todo se le hizo cuesta arriba. El recurso de la pelota detenida, que utilizó en varios centros cruzados, fue la única señal de alarma para la “T”, a excepción del gol que Olivera, desde la línea, le sacó en el complemento al ingresado Pérez Tarifa. La sensación fue que Talleres encontró una fórmula.

Más allá de los nombres, tuvo la capacidad de encarar un partido clave con el aplomo y a serenidad que la situación requería.

Las claves de la victoria


Socios.Una de las claves del triunfo de Talleres fue la sociedad entre Rodrigo Burgos y Nicolás Schenone Paz. Con el uruguayo en cancha, el paraguayo compartió responsabilidades en la recuperación y lució mucho más ordenado. Incluso, de a ratos Burgos pudo desprenderse sin culpas, como en la asistencia del gol que abrió el marcador. Fueron “el pulmón” de un equipo que sólo sufrió algún sobresalto en las pelotas detenidas que llegaron cruzadas al área.

Eficacia. La otra clave fue la contundencia ofensiva que mostró el equipo en el primer tiempo, aprovechando la dinámica que le dan Ezequiel Barrionuevo y Aldo Araujo (sorprendieron rotando permanentemente) y el excepcional momento de Eial Strahman. En esa tranquilidad, Talleres cimentó una gran victoria.