Reacción. La “T” no se desesperó por la pelota, pero sacó el mejor rédito cuando la recuperó.

El 3-1 final de Talleres ante Guaraní pude leerse como inesperado, a juzgar por lo que uno y otro habían mostrado en el primer tiempo. Sin embargo, tiene al menos dos explicaciones posibles: lo cómodo que se sintió el albiazul cuando empezó a disponer de mayores espacios y la endeblez del conjunto misionero en los últimos metros del terreno. Eso sin contar que los locales también marcaron una diferencia en la entereza física con la que terminaron las acciones.

Con la manija de Cristian Barinaga, bien acompañado por Lucas Godoy, Guaraní no tardó en adueñarse de las acciones. Talleres no pudo, a lo largo de toda la etapa inicial, encontrarle la vuelta a la movilidad de los creativos en la visita, que mereció irse al descanso con una diferencia a su favor, teniendo en cuenta que, antes y después del gol de Godoy (a los 20 minutos), dispuso de chances más que propicias.

A los 33 minutos, Diego Aguiar le tapó un “mano a mano” a Barinaga. Y, apenas un par de minutos después, un “bombazo” de Albano Becica estremeció la red, a espaldas del dubitativo arquero Federico Cosentino. El empate llegó justo cuando la “T” estaba para el cachetazo y marcó un quiebre en las acciones, que terminaría de cristalizarse en el complemento. Hasta ahí, Talleres sólo había arrimado peligro con un cabezazo de Olivera que Gustavo Semino logró despejar sobre la línea de gol.

Pero en el segundo tiempo todo cambió. Guaraní inquietó con un disparo de Barinaga, desde afuera del área, que se fue apenas desviado, cuando se jugaban 13 minutos. Y, después, ya no volvería a incursionar con peligro cerca de Aguiar.

Todas las dudas de Cosentino quedaron al desnudo cuando quiso salir a cortar el enésimo centro de Chitzoff, pero se arrepintió a mitad de camino permitiendo el cabezazo de Franco Olego, para poner a Talleres en ventaja, a los 14.

No alcanzó a acomodarse la visita cuando recibió el tiro de gracia, a través de Alexis Olivera, a los 16, después de una gran habilitación de Olego y otra floja respuesta del arquero. Cosa juzgada.

Con espacios, Talleres dispuso de al menos tres oportunidades netas para aumentar. Es decir, terminó resolviendo holgadamente un partido que, a priori, le había ofrecido serias complicaciones.

Está visto: no es que a Talleres le sobre mucho en esta competencia; pero, aún con bajas (sin Carabajal ni Klusener), tiene un poder de fuego que lo distingue. Cuando no tuvo respuestas, lo perdonaron. Y, cuando las encontró, fue implacable.