¡Feliz cumple! Talleres llegó a 99 y ya vive el año del centenario. Anoche hubo fiesta a lo loco en el Kempes, casi colmado. Impactante.

Baja los párpados Talleres. Como si fueran una bandera cayendo desde tiempos remotos, cosida por un pueblo condenado a perpetua. Para siempre encerrado en lo inexplicable, para siempre Willington poniéndola al ángulo, para siempre Ludueña que esquiva todos los baches de Córdoba. Para siempre el Lute Oste y el Autotrol haciéndose pedazos. Para siempre la amargura de un descenso traicionero, para siempre el llanto contra Independiente. Cierra los ojos, Talleres. Son unos segundos. La bandera “más grande del mundo” es un tornado. Resume 99 años enhebrados por los hilos de la memoria, del pasado, de un presente jodido, por un futuro que se sueña siempre. Ahí está el trapo sostenido por miles de manos incansables, tajeadas de tanto andar y caer. Pero siempre levantarse. Pese a todo. Ahí está el trapo vistiendo de largo a la popu y también la platea Gasparini.

Ahí están las manos venosas de Paco Cabasés y su sabiduría: “Tal vez Talleres está en el Argentino A para enseñar algunas cosas”, dice y le presta su bastón a un Talleres rengo, pero queriendo caminar. “Yo vengo por la camiseta”, aclarar Oscar, un tipo común y extraordinario, un anónimo entre tantos. Mientras la Gendarmería bajas las armas, anoche en el Kempes, Talleres levantaba su orgullo. Ojalá la bandera sirviera para tapar a los que duermen en la intemperie. Anoche los Klusener, Becica o Aguiar confirmaron que Talleres alguna vez fue implacable como la bandera pergeñada por Rody Soria. Ojalá Octavio, otro hincha de la T, llore por fin ante sus 14 hijos por tantos silencios.

Y allá otra bandera reza: “La distancia no es frontera”. En el país del ego lucha Talleres. Acaso sea hora de decirse la verdad más cruda. De aceptar los errores, de mirarse al espejo y quererse de nuevo. Para volver y no tener que esquivar la 27 de abril colonizada por obras. Cierra los ojos José, canillita de Pueyrredón. “Podés cambiar de padre pero no de equipo. El amor nunca se termina de explicar”, dice y se va de la mano con la bronca. Porque la bandera es un aliento, ojalá alcanzara para trepar. Acaso la bandera sea para subir allá arriba, a esa maldita B Nacional que vio como el Matador se soltaba la mano solito. La bandera baila con el viento. Un tango sentido con la Wanora Romero pero nadie se engaña. “La bandera es la excusa pero no nos va a sacar de acá, hay que laburar”, tira Lucas. Y él también cierra los ojos como todo Talleres. Son unos segundos de oscuridad. Para después abrirlos y coser con los hilos del aguante algún camino para volver pero hacia adelante y no al pasado.