Ramón “Rambo” Ocampo, un hincha de aquellos. Es fana T vive, junto con su familia, en una casa que pintó de azul y blanco.

Villa Revol. Zona de influencia de la Boutique de barrio Jardín. Es parte del mundo Talleres. Se vive y se sobrevive. Calles anchas y pasajes se confunden en su particular geografía como la tierra y el asfalto, que aparecen hermanadas por los pozos. Cada tanto una voz de alerta y alguna sirena policial.

El caserío también es heterogéneo. Pero hay un hogar que es distintivo. Es el de Ramón Ocampo, 52 años; tornero, de profesión; Talleres, de corazón. Es quien decidió pintar su casa de azul y blanco.

Su frente luce dos dibujos. Uno es la Copa Conmebol de 1999 y al lado, en moto, dos hinchas con una bandera de Talleres. El mural se cierre con el siguiente grafitti: “El amor no entiende de categorías. Adonde sea y como sea, con vos a todos lados”.

Ocampo abrió el portón e invitó: “Vengan pasen. No es solamente el frente”, advierte. Y tiene razón. Pisos, techos, armarios, puertas, ventanas, sillas, mesas, dormitorios, la heladera, el baño... Todo tiene motivos azules y blancos. Lo único que desentona es un cuadro propio en cuyo margen derecho aparece una fotografía de Rambo III, la última película de la trilogía del combatiente estadounidense que personificó Sylvester Stallone.

“¿Pero de qué colores están hechos los marcos? Ja. De Talleres. Me dicen Rambo. Por la vincha que uso, hace muchos años, y lleva mi nombre. Ja. Debe ser por los músculos que tengo”, ironiza el simpatizante albiazul, al tiempo que muestra sus brazos.

Ocampo parece un integrante más de una delegación del plantel de Talleres. Es casi un jugador. Pantalón corto y la camiseta albiazul, más la vincha de marras. “Adelante. Adelante. La casa es chica, pero toda de Talleres”, insiste el simpatizante, mientras empieza a agitar las manos como si fuera un guía turístico.

El recorrido de “Rambo” es también acompañado por el programa Pasión Albiazul, de Showsport. Hace calor y ya comienzan a girar las aspas del ventilador. Que obviamente también lucen el azul y blanco.

–¿Por qué la pintó así?
–De chiquito la fui haciendo. Conozco la cancha de Talleres porque trabajé ahí. Fui personal de limpieza. Hasta los baños barrí. Fui ayudante de utilero cuando tenía 16 años. Nací de Talleres. Mi mujer Alejandra Martínez, que tiene pintadas sus uñas en azul y blanco, me acompaña como mis hijos son de Talleres. Franco, Emanuel, Karen, Jenifer y Braian. Franco fue el que más dibujó. Tiene imaginación. Hay dibujos de Patoruzú, Mickey Mouse, Bart Simpson y hasta uno de Zazá, el que salía en el diario. Hay murales en las paredes. Como en el frente ya descripto.

De chiquito la fui haciendo. Conozco la cancha de Talleres porque trabajé ahí. Fui personal de limpieza. Hasta los baños barrí. Fui ayudante de utilero cuando tenía 16 años. Nací de Talleres.

“Mirá. Lo primero que pinté es ese escudo con el fondo rojo. Por la pasión. Luego el techo. Ahí me ayudó mi mujer. Quedamos con el cuello torcido. Después con mis hijos terminamos de pintar todo. Hasta el tanque”, recuerda “Rambo”.

–¿Hay algo que no hayas pintado de Talleres?
–Que yo sepa no… Muchos dicen que son hinchas porque van una vez a la cancha. O porque alguna vez, viajaron. O porque van a alentar cuando ganan. Nada que ver. En las malas se ha visto lo mejor de la hinchada de Talleres. Sobre todo cuando nos fuimos al Argentino A. Donde estamos ahora. Nosotros hemos hecho sacrificios de verdad. Vendimos la garrafa para viajar, para comprar el abono. Para estar.

Días de partido. Los días de partido son días de asado para “Rambo”. Cuando es en la Boutique, su casa es el lugar para amigos e hinchas. Del equipo de música, suele escapar el tradicional “Hagamos un asado, tomemos ferné”. Ese tema, ícono de los Caligaris, los envuelve, los va entonando.

Como los cantos contra Belgrano. “Aunque estén en Primera, siempre seremos los más grandes”, dice Ocampo. Si el partido es en el Chateau, el asado se muda al puente del viejo vado. Y en el grabador lo que más suena es la versión de "Nadie es perfecto" de Los Caligaris, pero en la voz de “Pelusa” Bustos, otro fanático T, que adaptó una de las estrofas que habla del “Rambo” de Villa Revol haciendo un asado en el vado del Chateau.

Y ya sea en la Boutique o en el Kempes, siempre suena el “Hay que alentar al matador... Yo vengo por la camisetaaaaa”.

–¿Cuál es su oficio?
–Soy tornero. Trabajo en una fábrica de transformadores. Antes, perdí trabajos buenos por Talleres. Pedía permiso para ir a la cancha. Muchas veces no me lo daban y me iba igual. Pero ahora hace un tiempo que ya estoy estable. Mi sueño es ver a la cancha con una segunda bandeja, con sus codos cerrados y en primera. Juego al Quini 6 y a la lotería para eso. Si gano, por decirte 10 millones, hago eso. O armo la movida para hacer un estadio nuevo.

–¿Y nada más?
–Ah sí. Pará. Me acordé de algo que no pinté de Talleres.

–¿Qué es?
–El perro. Es lo único. Pero próximamente lo haré. Llevará una T en la frente.