Sin merecerlo, la "T" clasificó. Empató 1 a 1 con la "academia" y avanzó a la siguiente ronda por la ventaja deportiva. Los de Nueva Italia tuvieron un gran primer tiempo, pero en el segundo se dejaron estar y se les escapó. La igualdad llegó sobre el final a través de un ex-Racing, Alexis Olivera.

El fútbol tiene algo que lo hace el deporte más apasionante del universo. Te lleva del éxtasis a la agonía, y viceversa, en cuestión de segundos. La algarabía se traslada ciento cincuenta metros y va de una tribuna a la otra, cruzándose en el camino con la desazón, que va en sentido inverso. Tras el clásico en el Kempes, "matadores" y "académicos" volvieron a sus casas sin entender mucho lo que había pasado, y sin poder hacer que el corazón retome su ritmo habitual. Se vivió un clásico de antología, por sus cualidades contextuales netamente emotivas.

Si las cosas en la vida misma, habitualmente, no son justas, no tienen porqué sí serlo en el fútbol. En esta llave, avanzó un equipo que hizo verdaderamente poco para lograrlo. Un equipo que no supo explotar los recursos que tiene, que no supo minimizar las fallas crónicas, que no contó con un jugador sobresaliente, con un goleador letal, con una defensa férrea. Un equipo tibio, con poco volumen de juego y escasas ideas, se metió en la próxima fase.

En el camino quedó otro que demostró que tenía con qué, pero que no supo cómo. Un arquero brillante, una zaga central dura y prolija, un mediocampo desplegado y veloz, y una delantera potente. Godoy, Fernandez, Becica, Vilchez. Recursos que no supieron ser aprovechados.

Racing, en esta oportunidad, jugó un primer tiempo formidable. Ayudado por la pasividad absoluta de muchos de los hombres de la "T", los albicelestes se adueñaron del juego y se fueron al descanso con un poroto en la cuenta (gol de Noce de cabeza tras centro de Molina), pero con la sensación de que pudieron haberse anotado alguno más. Pero equivocó los caminos en el segundo tiempo, y por esas cosas del fútbol, se quedó sin nada.

Ceder la pelota, hacer tiempo y ensuciar el juego, habitualmente, no es negocio para nadie. Menos aún, cuando sólo un gol cambia las cosas. Quizás sin quererlo, ese fue el camino tomado por Racing. La lesión de Fernandez y la expulsión de Carrasco terminaron de redondear la idea: sin una sola luz, sin un solo intento claro, sin un concepto, una idea o un proyecto, Talleres se adueñó del partido. Y no sólo que se adueñó del partido, sino que tuvo la dicha de que la moneda, esta vez, cayera de su lado. Faltando escasos minutos, se juntaron dos que no habían aparecido en todo el campeonato. Ramiro Pereyra se inspiró, armó una jugada individual por el sector derecho, la lanzó hacia el medio, y desde la puerta del área, quien encendió la mecha que hizo estallar las emociones, fue el ex-Racing Alexis Olivera. Cara interna, pie derecho, palo izquierdo y a cobrar. Ya no quedaba absolutamente nada por hacer. Sólo mirar, atónitos. Desde un lado, y desde el otro. Talleres jugó mal, no ganó, y clasificó. Racing tenía todo para avanzar, y quedó en el camino.

Para rever, el modo de las definiciones y el alcance de la ventaja deportiva. Para replantearse, el verdadero sentido de dejar pasar el tiempo y no concretar partidos que verdaderamente están al alcance. Para discernir, para analizar y para juzgar, miles de cosas. Pero todas, absolutamente todas, son cosas del fútbol.

El Torneo Argentino A es una maldición de la cual hay que huir lo antes posible. En esta oportunidad, a Talleres le queda alguna vida más, y Racing deberá esperar y arrancar desde cero. Esta vez, la moneda cayó del lado de la "T".